En este artículo de 1968, Marta Traba analiza la reacción conservadora y violenta que causó en el público la exposición Espacios Ambientales que en ese momento se desarrollaba en el Museo de Arte Moderno de Bogotá. Traba defiende la exposición y respalda el ánimo experimental de los participantes porque, en su opinión, el artista debe confrontar la pasividad de los espectadores y especialmente desafiar a aquellos que esperan que la obra de arte sea simplemente “un objeto inofensivo y de adorno”. Sobre “esa relación dialéctica entre artista-espectador y espectador-obra”, se fundamenta la función social del arte. La crítica argentina arremete contra un público colombiano que —teniendo acceso a la educación superior—, no sólo ignora los cambios que ha sufrido el arte del siglo XX y sus causas, sino que rechaza, de tajo, las nuevas expresiones plásticas.

Durante la muestra, los estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia irrumpieron con violencia a las instalaciones del museo, dañando dos piezas y dejando panfletos en los que exigían un arte para el pueblo. Este incidente fue inesperado para algunos; menos para la curadora y crítica de arte argentina, radicada inicialmente en Bogotá, Marta Traba (1930–83), que ocho días antes ya presagiaba el alboroto y retaba al potencial público.     En la “relación dialéctica entre artista-espectador y espectador-obra”, Traba es defensora de una funcionalidad social del arte inscrita dentro de la lógica propia de este campo. Combate las propuestas de un arte explícitamente político, testimonial y sobretodo doctrinario como el realismo socialista. Si bien comprende las desigualdades de oportunidades en Colombia y el hecho de la desinformación sobre su contexto histórico y cultural por parte de un amplio grupo social, arremete contra aquellos que teniendo acceso a una educación superior (los estudiantes de la Universidad Nacional, en este caso) no están dispuestos a investigar ni tampoco a comprender las transformaciones del arte contemporáneo.    Este incidente ocurrió al final de una década marcada por efervescencia política e ideológica en la cual los protagonistas (en el mundo entero) fueron estudiantes. En el caso colombiano, la inconformidad de los jóvenes y grupos de izquierda ante la coalición bipartidista del Frente Nacional y su política represiva, condujo a la consolidación de grupos guerrilleros tales como las F.A.R.C. [Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia], en 1964, y el E.L.N. [Ejército de Liberación Nacional], en 1965. Parte de esta inconformidad se reflejó en el Nadaísmo, un movimiento anárquico contracultural que confrontó con acciones irreverentes a la burguesía colombiana y cuestionó su pasividad ante los horrores de la violencia y la hipócrita reivindicación de los partidos tradicionales. Algunos artistas plásticos se identificaron con el grupo nadaísta y colaboraron en las manifestaciones y publicaciones del grupo, entre ellos: Álvaro Barrios (nac. 1945) y Pedro Alcántara Herrán (nac. 1942). (Véase, “Recordando con ira”, doc. no. 1080610).