El XXXI Salón Anual de Artistas Colombianos tuvo lugar en Medellín en el aeropuerto Enrique Olaya Herrera; espacio que se adecuó para las 249 obras expuestas (59 artistas invitados y 90 seleccionados). Los ganadores del Salón, en esta versión, fueron Luis Fernando Peláez (nac. 1945) por su obra Sin título (1987) y Doris Salcedo (nac. 1952) por su instalación Sin título. El primero antes mencionado implica un trabajo de investigación sobre el espacio y sus posibilidades de expresión y el de Salcedo es un montaje realizado con elementos de desecho de un hospital. En el Salón hubo una exposición-homenaje de Débora Arango (1907–2005). El historiador, curador y crítico colombiano Eduardo Serrano (nac. 1939) enuncia los artistas que, a su juicio, con su participación, salvaron la trigésima primera versión del Salón. Enfatiza y recomienda a Colcultura revisar no sólo su papel como entidad difusora, sino, en primer término, sus conceptos sobre arte. La participación de 150 artistas consolidados tampoco significó, para Serrano, una muestra de nivel; por el contrario, denuncia la falta de rigor generalizado en los trabajos presentados. Carolina Ponce de León (nac. 1957) y José Hernán Aguilar (nac. 1952), críticos de arte colombianos representativos en la década de los ochenta, señalan, en dos textos críticos —“El Salón en Bogotá” (véase doc. no. 1083090) y “Sala de espera nacional” (Arte, No. 4, II trimestre de 1988), respectivamente—, la ausencia de un criterio en la selección de las propuestas y la irresponsabilidad de los actores participantes en el evento: organizadores, artistas y críticos. Cada uno de ellos —tanto Ponce de León como Aguilar—menciona los proyectos que tuvieron un lugar importante por sus riesgos formales o por las posibilidades conceptuales y de investigación. Las propuestas de los artistas jóvenes de esta época representaron un momento de experimentación tendiente a la consolidación de lenguajes; sobre todo, al explorar las posibilidades de materiales no convencionales, actitud proveniente del diálogo con propuestas internacionales y que produjo obras de carácter diverso. Aunque la pintura obtuvo un lugar representativo, las instalaciones y los trabajos fotográficos revelaron una actitud de búsqueda frente a los ya conocidos y consolidados lenguajes de los maestros invitados. En el momento en el que Serrano escribe este artículo, es curador General del Museo de Arte Moderno de Bogotá, labor que desempeñó durante veinte años. Serrano ha publicado una serie de libros, entre ellos, Historia de la fotografía en Colombia y Andrés de Santamaría, pintor colombiano de resonancia universal.