Pese al predominio del expresionismo abstracto, búsquedas como las de Jean Dewasne (1921–99) fueron determinantes para el arte no-figurativo peruano de los años cincuenta. Durante esta década su Atelier d’Art Abstrait parisino acogió a algunos pintores peruanos tales como Eduardo Gutiérrez (n. 1920) y Benjamín Moncloa (n. 1927), el último con una trayectoria destacada a su retorno al país. Más decisivo, aún, fue el paso del artista francés por Perú, en 1954, con motivo de la exhibición de su obra en la Galería de Lima. La muestra era parte de una ambiciosa secuencia que confrontó al medio local con la modernidad europea (la italiana incluso), generando un año continuo de debates en torno a la abstracción. En Lima, Dewasne se relacionó intensamente con los no-figurativos (uno de ellos el propio Szyszlo) y con artistas que participarán, en 1958, del Primer Salón de Arte Abstracto. Encuentro que trajo a la luz lo perdurable de su influencia [véase en el archivo digital ICAA, “I Salón de Arte Abstracto” por el Patronato de las Artes (doc. no. 1143441)]. El reconocimiento general de la crítica capitalina a la calidad de la obra de Dewasne fue esgrimido, principalmente, por Luis Miró Quesada Garland (1914–94) —el principal defensor del modernismo— poniendo así en evidencia las posibilidades abiertas por la no-figuración [consultar los textos de Garland “En blanca y negra...: arte abstracto de Jean Dewasne” (doc. no. 859530); y “En blanca y negra...” (doc. no. 859589)]. No obstante, hubo importantes críticos como Sebastián Salazar Bondy (1924–64) [“Artes plásticas” (doc. no. 859550)] o bien Edgardo Pérez Luna (1928–84), quienes trasladaron sus variados cuestionamientos a la pertinencia de este ejemplo pictórico en Latinoamérica, continente cuya condición “germinal” exigiría de una plástica arraigada a una realidad social más amplia.