Esta reseña crítica, realizada por Antonio E. Monsanto (pintor y posteriormente docente), es una muestra del impacto de la aparición del pintor rumano Samys Mützner (1884–1959) en el escenario de la plástica venezolana de los años veinte. La influencia de la obra de Mützner en el país podría calificarse como un refuerzo conceptual importante en el desarrollo de los objetivos que se habían propuesto el grupo de jóvenes paisajistas agrupados en el Círculo de Bellas Artes (1912–17), iniciadores de la modernidad plástica en Venezuela. Tanto Mützner como el pintor Emilio Boggio (1857–1920) —de origen venezolano, pero cuya formación artística y vida profesional se desarrollaron principalmente en Francia— y el pintor ruso Nicolás Ferdinandov (1886–1925), todos ellos con breves estadías en Venezuela, produjeron un curioso evento de influencias extranjeras simultáneas, en un corto período de tiempo, cuyo denominador común fue el reforzamiento de los principios de la escuela paisajista del país.
Habrá que destacar que Monsanto, uno de los pintores fundadores del Círculo, lejos de exaltar en Mützner el uso del paisaje como objeto y tema de la representación, ensalza sus ideales netamente plásticos, su visión personalísima de la naturaleza y su abandono de asuntos preconcebidos, alejados tanto de localismos como de la realidad; es decir, valores y nociones formales propios de un arte de vanguardia. Conceptos, además, muy distintos a los emitidos por el escritor José Rafael Pocaterra, para quien la obra de Mützner es un llamado al reencuentro con el paisaje nacional, tal y como lo expresó en su artículo “Impresiones y comentarios. La exposición de Samys Mützner” [véase doc. no. 809961], publicado en el diario El Universal, el 10 de septiembre de 1918.
En el año de 1936, Monsanto es nombrado director de la Academia de Bellas Artes, que será posteriormente transformada en Escuela de Artes Plásticas y Artes Aplicadas de Caracas, desde donde se dedicará a la labor docente y formará a varias generaciones de artistas.