El balance de Antonio Candido es hecho desde la perspectiva que establecieron los intelectuales brasileños con respecto a la América Latina. Se concentra en el período de 1880 a 1920, en el cual se logra una reflexión sistematizada sobre el subcontinente que elabora un proyecto americano y, de algún modo, despierta un sentimiento continental. Candido escoge escritores clave de esa época: en Joaquim Nabuco encuentra una defensa de la democracia de las élites; en Paulo Prado, el ejemplo de la crítica conservadora, aunque lúcida tanto del imperialismo norteamericano como de la propia noción de panamericanismo, la cual es también criticada por Oliveira Lima. Candido observa que una contribución del panamericanismo fue la de promover el nexo entre los países del continente. Muestra el escepticismo de Euclides da Cunha ante la expectativa del estrechamiento de tales lazos. Analiza la reacción de los teóricos nacionalistas y sus vínculos con el fascismo. Respecto a Manoel Bonfim, el crítico comenta la confrontación del americanismo sin pasión nacionalista frente a la consciencia continental y la valorización del mestizaje. Su contribución de mayor relieve implica el análisis de la tendencia al conservadurismo en las sociedades latinoamericanas. Subraya él que la crítica de Silvio Romero a la perspectiva panamericana de Bonfim, por otra parte, no era una respuesta convincente a sus análisis, sino un mero ejercicio de erudición.  

Se trata del texto inédito incluido en la antología de artículos del escritor, profesor y crítico literario Antonio Candido (1918–) bajo el título de Recortes, publicada en 1993. Al comentar autores ya estudiados en otros momentos — tales como Silvio Romero (1851?1914), Joaquim Nabuco (1849–1910) y Eduardo Prado (1860–1901), entre otros—, Candido procura encadenar la secuencia formativa de una reflexión más consciente sobre la América Latina, cuestionando las construcciones ideológicas heredadas del siglo XIX, tales como la noción de nacionalismo. Sin dejar de señalar las limitaciones de su tiempo, pone en evidencia que los aportes de los intelectuales brasileños de aquella época tienden hacia un sentimiento continental más lúcido, que se aleja tanto de la exaltación y euforia (características del período romántico) como del pesimismo bloqueado por la hipertrofia de la noción de “atraso”. Algo que, por otra parte, fue un asunto típico de la década de los setenta, según había analizado él en su ensayo anterior “Literatura e subdesenvolvimento” [Literatura y subdesarrollo] (1973). Candido deja ver sus simpatías por las posiciones cosmopolitas, defensoras del progreso e igualdad sociales, sin por ello dejar de aquilatar las preguntas y dudas desplegadas por los intelectuales en el campo contrario al suyo. Finalmente, llama nuestra atención hacia la obra de Manoel Bonfim (1868–1932), considerado por él el menos ilustre, pero el más lúcido entre los intelectuales analizados, capaz de tomar la distancia necesaria ante los prejuicios de su época y producir una reflexión original sobre América Latina; fue él uno de los primeros en valorizar con perspicacia el mestizaje. Siendo el creador, además, de conceptos operativos tales como el de “parasitismo”, Bonfim planteó las características de las élites del subcontinente y su capacidad de acomodo y transigencia a favor de la perpetuidad de sus posiciones y privilegios, muy a pesar de las consecuencias desastrosas que arrastran.

Para más información al respecto, consulte el texto de Antonio Candido “Literatura e subdesenvolvimento” [doc. no. 776023], donde el reputado crítico literario hace un balance de la literatura latinoamericana desde la perspectiva brasileña y en dos momentos cruciales: la década de los treinta y los años de la segunda posguerra.