El japonismo fue una de las vertientes del modernismo de mayor influencia en la gestación y desenlace de la vanguardia artísitica europea. Lo mismo se podría decir del japonismo de José Juan Tablada (1871-1945) en el desarrollo de la vanguardia pictórica mexicana de las primeras décadas. De ahí la importancia de estos textos que ya perfilan la gran propuesta del primer autor en lengua hispana que investigó con profundidad la estampería del ukiyo-e (mundo flotante). Esto es, tomar como modelo el paisaje y el entorno humano propios, para representar su belleza y características. Esta propuesta la terminaría de concretar Tablada en su libro Hiroshigué, de 1914, al sugerir la decoración de edificios públicos con temas locales (a la manera de los meisho japoneses). Lo haría siguiendo el camino temático de José María Velasco, y sobre todo el tomado por artistas contemporáneos suyos (en su opinión mucho más talentosos que el paisajista) como Jorge Enciso, Alfredo Ramos Martínez (1871-1946) y José Clemente Orozco (1883-1949), este último con sus "mujeres de la vida" y "colegialas mostrando sus nacientes perfidias". Los dos artículos publicados en la Revista Moderna con el título genérico de "Álbum del Extremo Oriente" (primera quincena de mayo y segunda de abril de 1900) se conectan, entonces, con otras etapas del japonismo del poeta, a la vez que marcan la mirada moderna del impulsor del pintor Ramos Martínez —como promotor de las Escuelas de Pintura al Aire Libre— y del muy joven Orozco como descubridor de sórdidos y morbosos escenarios como el lupanar. Es decir, refieren al crítico que supo proponer el tránsito del modernismo a la vanguardia a partir de la búsqueda de valores universales por medio de valores locales. En otras palabras, se lograría vía imaginarios susceptibles de significar lo americano y, específicamente, lo nacional. Ver texto complementario sobre el Extremo Oriente (doc. 778184).