“Los ojos enterrados” es un texto de la ensayista Adriana Valdés (n. 1943) que adopta el título de la última novela de la trilogía de Miguel Ángel Asturias (1899–1974), escritor y diplomático guatemalteco. Fue escrito para la exposición Kafka y nosotros de la pintora Roser Bru (n. 1923), catalana de nacionalidad española que se radicó en Chile desde 16 años, al final de la Guerra Civil en su país. Su presencia en el campo de las artes visuales ha sido constante y contundente; obtuvo el Premio Nacional de Artes Plásticas (2015), máximo galardón artístico que entrega el Estado de Chile.
El catálogo de Kafka y nosotros (1977) contó también con un texto del escritor Enrique Lihn (1929-1988) [Véase al respecto, en el Archivo Digital ICAA, “Auschwitz” (doc. no. 740329)]. La exposición tuvo lugar en la galería Cromo, entonces bajo la dirección de Nelly Richard. Este catálogo y exposición se enmarcan en un momento altamente productivo de las artes visuales y caracterizado por el encuentro feliz entre muestras de arte y la editorialidad en torno a las mismas.
En dicho marco, Valdés ha mantenido un vínculo estrecho de escritura con la obra de Bru a lo largo de los años [Véase “Adriana Valdés: Roser Bru” (doc. no. 747917)]. La autora ha propuesto que el conjunto de su obra se puede dividir en dos etapas; período inicial entre 1960 y 1973 denominado “Materias” y un segundo que abarca desde 1973 hasta 1988, al cual denomina “Desmaterializaciones”. Caracteriza al primero la influencia pictórica del artista catalán Antoni Tàpies (1923-2012), además de operar con la figura humana en gran tamaño y resuelta con trazos simples. En el segundo persiste el impacto generado por el momento histórico que vivía Chile bajo el autoritarismo de la dictadura militar impuesta por Augusto Pinochet (1973-90); en él, Bru incorpora fotografías y documentos, huellas y manchas que generan presencias veladas. En general, se dan constantes en su obra tales como el trabajo con la memoria, las citas a la historia del arte (Velásquez, principalmente), retratos de diferentes personajes del mundo cultural, así como, en lo particular, una insistencia en el pan y la sandía, elementos que la artista identifica con la mujer y la fertilidad.