En 1965, Alfonso Bonilla Aragón reseña la muestra individual de Beatriz González organizada por el Museo La Tertulia de Cali, e invita a los lectores, de manera entusiasta, a convertirse en observadores. El periodista elogia la radical selección temática que hace la artista —gente que aparece en la “página roja” de los diarios locales (“Los suicidas del Sisga”, 1965)—así como también encomia la interpretación que hace ella de maestros de la pintura europea tales como Diego Velázquez y Johannes Vermeer. El texto de Bonilla Aragón parte de un par de elementos indisociables para su enfoque pictórico: un aspecto “cursi” y su trasfondo provinciano, una manera de leer la historia del arte, y la Historia en sí, tanto desde la periferia como a partir de pésimas reproducciones. A su juicio, elementos clave como tales motivan la sensibilidad de la pintora colombiana, su seleción de colores, el cromatismo de aplicación chata (sin sombras) y, por supuesto, los temas. En una entrevista de 1994 con Ana María Cano [ver Archivo Digital ICAA (doc. no. 1343076)], la propia artista discurre sobre el haber crecido lejos de la capital (Bogotá) como una perspectiva atractiva para la producción de arte.
La artista colombiana Beatriz González (n. 1938) opera en Bogotá. Su carrera se expande a lo largo de seis década (de inicios de los sesenta hasta hoy) e incluye pintura, dibujo, grabado en serigrafía, cortinas e, incluso, pinturas tridimensionales aplicadas sobre mobiliario reciclado y/u objetos del cotidiano. González —quien se autodenomina “artista provinciana”— se apropia de y reinterpreta imágenes tanto de los medios de masas como de obras clásicas notables de la pintura europea; por lo tanto, se le ha querido asociar con el movimiento del Pop Art, un nexo que ella rechaza de modo ostensivo. De hecho, su obra no trata con la cultura de consumo en sí; al contrario, monta una crónica de la historia reciente de Colombia. Eso implica, sin duda, una investigación sobre el gusto de la clase media en Latinoamérica en relación a las obras maestras europeas. De tal modo que su producción artística trae a la luz el vínculo desigual entre su país y el mainstream de los centros hegemónicos (Europa y los Estados Unidos), un legado innegable del colonialismo. Yendo más allá de su amplísima obra, González ha hecho prácticas curatoriales y educativas para museos, además de crítica de arte. [Para leerse algunos ejemplos de su escritura crítica sobre su propia obra, ver documentos números (1078663) y (1093273); en referencia a otros artistas, consultar los documentos (860646), y (1098901)].