La artista colombiana Beatriz González (n. 1938) opera en Bogotá. Su carrera se expande a lo largo de seis década (de inicios de los sesenta hasta hoy) e incluye pintura, dibujo, grabado en serigrafía, cortinas e, incluso, pinturas tridimensionales aplicadas sobre mobiliario reciclado y/u objetos del cotidiano. González —quien se autodenomina “artista provinciana”— se apropia de y reinterpreta imágenes tanto de los medios de masas como de obras clásicas notables de la pintura europea; por lo tanto, se le ha querido asociar con el movimiento del Pop Art, un nexo que ella rechaza de modo ostensivo. De hecho, su obra no trata con la cultura de consumo en sí; al contrario, monta una crónica de la historia reciente de Colombia. Eso implica, sin duda, una investigación sobre el gusto de la clase media en Latinoamérica en relación a las obras maestras europeas. De tal modo que su producción artística trae a la luz el vínculo desigual entre su país y el mainstream de los centros hegemónicos (Europa y los Estados Unidos), un legado innegable del colonialismo. Yendo más allá de su amplísima obra, González ha hecho prácticas curatoriales y educativas para museos, además de crítica de arte. [Para leerse algunos ejemplos de su escritura crítica sobre su propia obra, ver documentos números (1078663) y (1093273); en referencia a otros artistas, consultar los documentos (860646), y (1098901)].
En esta entrevista con Ana María Cano, González explica cómo se refugió en la pintura, desde temprana edad, porque le permitía expresarse sin intermediarios. Se habla sobre su innata rebeldía y deseo de chocar a los demás con su obra, evitando así encasillamientos fáciles en torno a su producción artística. Al ser preguntada sobre la educación artística, González señala la importncia que tuvieron las clases de historia del arte impartidas por la crítica de arte Marta Traba en la Universidad de los Andes; no obstante, subraya el interés derivado de procurar información en otras disciplinas tales como la metafísica o las matemáticas. La entrevistadora indaga sobre qué es de lo que carece la nueva generación artística en oposición a lo que tuvo la de González. La respuesta de la artista enfatiza la autocrítica, aunque no hubiera mucha información sobre el ámbito artístico en el exterior; por ejemplo, los críticos han llegado a establecer vínculos de la obra de Andy Warhol con la obra de la colombiana siendo que ella no tenía, entonces, ni la más remota idea de la producción de éste. Según refiere, a la nueva generación de artistas le falta tanto la crítica externa como la interna; de forma tal que se ve sujeta a requerimientos e influencias alimentadas por el mercado artístico; en ellos se presta más atención al valor primordial de lo financiero que a un potencial valor artístico.
La importancia que emana de la autocrítica artística se discute en la reseña hecha por Marta Traba sobre la muestra individual de González en el Museo de Arte Moderno de Bogotá, “¡Claro que hay jóvens con talento!” (doc. no.1342966), en la cual Traba destaca la importancia que hay en que el artista ejerza una rigurosa autocrítica de su propia obra para, así, poner a prueba su compromiso y creatividad mejorando, simultáneamente los resultados.