Surgido tras la consolidación de los medios de comunicación de masas en Europa y los Estados Unidos desde la década de los sesenta, el movimiento artístico llamado videoarte pretende explorar las aplicaciones alternativas de medios electrónicos —tanto analógicos como digitales— con un fin artístico. En Uruguay, comenzó a desarrollarse en la primera mitad de los ochenta, como relato audiovisual carente de guión alejado del concepto de producción audiovisual como entretenimiento. Las producciones de videoarte han creado nuevas narrativas y nuevas formas de visualización que rompen con el lenguaje convencional; parten de patrones espacio-temporales e interactivos ajenos a los tradicionales. Se trata de una manifestación artística que sintetiza y articula códigos expresivos diversos dentro de lo audiovisual con un trasfondo conceptual.
A principios de la década de los ochenta, el videoarte comienza a desarrollarse en Uruguay. Se distinguen tres periodos en la historia del videoarte nacional. El primero desde 1982 hasta 1987, corresponde a los inicios de este nuevo medio donde se realizan registros de performances y coreografías con equipamientos bastante básicos. No consiguió legitimarse sino hasta 1988 con la formación del NUVA (Núcleo Uruguayo de Videoarte), un colectivo integrado por Fernando Álvarez Cozzi (n. 1953), Eduardo Acosta Bentos (n. 1951), Enrique Aguerre (n. 1964), Clemente Padín (n. 1939) y otros que operaron junto al Grupo Teatro Danza de Montevideo. Este tipo de producción se presentó en diversas modalidades: la video-instalación, donde el video se expande en el espacio; la video-performance, entendida como escena conceptual; la video-danza, donde la cámara registra la interpretación de la coreografía; la video-poesía, donde fluyen imagen y palabra; el video-musical, que abarca vínculos entre imagen y sonido; la video-ficción, que se basa en nuevas formas de guión y narrativas; y la televisión de autor o la experimentación del video como soporte cinematográfico, entre otras. Tras la desactivación del NUVA, en 1994, se identifica el tercer periodo, momento en el que el videoarte tiene una circulación considerable en el exterior. A partir de ese momento se entiende el video como herramienta asimilada por artistas para su creación contemporánea. El motivo por el que demora en gestarse en el ámbito nacional, según plantea el documento, implica el difícil acceso a la tecnología, aunado a la desconfianza de los diferentes actores de la escena plástica de entonces ante prácticas artísticas que incluían tecnología e ignotas modalidades específicas.
[Como lectura complementaria, véanse en el archivo digital ICAA los siguientes textos: de Alejandro Ferreiro “A diez años del primer videoarte uruguayo, sus hacedores luchan por extensión de la especie” (doc. no. 1259350); y de Enrique Aguerre “Videos en Banda” (doc. no. 1258510)].