En la sociedad uruguaya de las primeras décadas del siglo XX, el sector industrial comenzó a fortalecerse. El sistema de enseñanza técnica se adaptó a las exigencias de la productividad, tomando como referente países industrializados. En 1910, se instaló la Escuela de Artes y Oficios sobre la base de talleres existentes desde el siglo XIX que respondían más a necesidades de contención social (de niños abandonados) que a un plan educativo. Se distinguen cuatro etapas de la Escuela de Artes y Oficios. La primera (1910–15) es la del sistema de talleres de oficios con régimen de internado; la segunda (1915–17) es la de una ampliación de los talleres sobre la base de un plan filosófico y pedagógico (con régimen exclusivo de externado) orientado por Pedro Figari; la tercera corresponde a la desarrollada por el Consejo Superior de la Enseñanza Industrial (1917–34), en la que los talleres de manufactura artística fueron relegados al orden de “labores femeninas” para privilegiar la enseñanza de oficios de la construcción, la industria y la química; y la cuarta es la que busca una descentralización de la enseñanza industrial en todo Uruguay bajo la Dirección General de la Enseñanza Industrial (1934–42). Bajo la dirección de Figari, la institución se ciñó a ideas que definieron su propio pensamiento: arte e industria, criterio, vocación, autonomía y americanismo. La EAO se centró en fomentar la enseñanza industrial solo como cimiento de la totalidad de la instrucción pública. Arte e industria se concebían como una única esfera de enseñanza —práctica y funcional y, al mismo tiempo, creadora y humanista—, la cual obedecía a una filosofía que identificaba, en lo esencial, “arte e industria”. La educación debía respetar las individualidades y las diferencias abandonando la uniformidad propia de los clasicismos académicos. El objetivo pedagógico principal era proponer, contrariamente al modelo industrializador, un modelo manufacturero, exigiendo obreros competentes y simultáneamente artistas. Después de la actuación de Figari como director, asumió un consejo directivo formado por representantes del gobierno y de la industria. El pintor Pedro Blanes Viale (también docente del Círculo de Bellas Artes) fue nombrado como encargado de la enseñanza artística. Este promovió conceptos estéticos modernos de las artes aplicadas, trazando, en un cuadro bastante ordenado, técnicas y criterios plásticos vigentes en las primeras escuelas de artes y oficios de Europa. Varios artistas plásticos uruguayos que fueron docentes en la Escuela de Industrias en ese período se habían formado en el viejo continente a principios del siglo XX. Falcini sostiene que pese a la variedad de detalles y diversidad en técnicas, las escuelas de artes y oficios europeas concuerdan sobre un principio fundamental: la observación de la flora y fauna, algo que ya había sido tempranamente implantado en el Círculo de Bellas Artes vía Carlos María Herrera. [Para más información, consulte los siguientes textos en el archivo digital ICAA: de Antonio M. Grompone “Cultura de liberación” (doc. no. 1226424); y (de autor desconocido) “El Círculo de Bellas Artes y su acción docente 1905–1938” (doc. no. 1231073)].