El pintor brasileño Cândido Portinari (1903–62) llega a Uruguay en 1947, en un momento en que el país había adquirido un relativo desarrollo económico con las industrias generadas tras el régimen de sustitución de importaciones provocadas por la Segunda Guerra Mundial, y existía una próspera clase media ávida de ofertas culturales. La exposición de Portinari en Montevideo tuvo en ese contexto una amplia acogida, particularmente por parte de sectores intelectuales vinculados a la izquierda política, pero también de sectores más conservadores de convicción católica, ya que el artista brasileño cultivaba un trasfondo cristiano en sus figuras humanas y había realizado en Montevideo los primeros bocetos para su gran pintura A Primeira Missa no Brasil. Tuvo fuertes críticas del sector liderado por Joaquín Torres García (1874–1949) por realizar una pintura “imitativa” y únicamente preocupada por transmitir estados emocionales.
En el caso de Domínguez, (el autor) la crítica carece del entorno teórico adecuado y no pasa de ser la opinión, posiblemente, de un estudiante de la Facultad de Humanidades y Ciencias que, sin embargo, al estar incorporada a un prestigioso órgano de prensa universitaria, bajo la responsabilidad intelectual de Ángel Rama, adquiere relevancia como indicador de los reduccionismos y de las ambigüedades conceptuales que primaban en este tipo de polémicas, aun siendo dentro del ámbito académico.
[Como lectura complementaria, véase en el archivo digital ICAA, los textos del critico brasileño Mário Pedrosa sobre Candido Portinari: (sin título) [A pintura mural de autoria de Cândido Portinari] (doc. no. 1110857); “A Missa de Portinari” (doc. no. 1075493); y “Portinari”, de Afonso Arinos de Melo Franco (doc. no. 1110887)].