El dirigente de AIAPE, Juvenal Ortiz Saralegui, denuncia aquí la ineficiencia de los jurados nombrados por el Ministerio de Instrucción Pública y Previsión Social para otorgar los “salarios artísticos”. En 1935, el jurado, nombrado de manera directa por el Ministerio de Instrucción Pública y Previsión Social para el otorgamiento de los “salarios artísticos” nunca logró fallar en conjunto debido a ausentismo. Motivo por el cual el autor lanza dura crítica sobre la parálisis de su funcionamiento y vicios centralistas de convocatoria, dejando al margen a los propios artistas. Se reseñan distintas instancias públicas y sus magras  decisiones. El artículo reviste interés como antecedente de las acciones que tomarán los artistas agremiados; especialmente en torno a la AIAPE, defendiendo la concreción tanto de leyes como de reglamentaciones artísticas. El nombramiento de jurados sin la participación de los artistas, mediante la decisión arbitraria de un régimen autoritario, generó alerta. Además, promovieron una movilización creciente a partir de la formación de la Comisión Nacional de Bellas Artes y del Primer Salón Nacional de 1937, organizado por dicha Comisión.

Juvenal Ortiz Saralegui (1907–59) fue poeta, periodista, activista político antifascista y colaborador de la Segunda República Española, miembro fundador de AIAPE (Agrupación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores), colaborador de la revista Alfar (La Coruña, desde 1929), entre otros emprendimientos culturales y políticos en el medio local. En este artículo califica la situación como verdadero escándalo. Enumera cuidadosamente varias situaciones a manera de crónica; menciona los sistemáticos ausentismos e indiferencia de los jurados ante instancias consideradas vitales para los artistas de distintas ramas artísticas: literarias, musicales y plásticas. Estos habían depositado expectativas ante la nueva ley de incentivos económicos. Califica de insensibilidad la ajenidad de los jurados respecto a las obras y los procesos personales de los artistas (que es lo que el “salario” debe evaluar) y denuncia premios declarados “desiertos”. Frente a este gran eco, Saralegui redobla la crítica, elevándola a proclama gremial a través de la postura alerta de AIAPE (Agrupación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores), agrupación a la que pertenece desde su formación en 1936. Tal situación muestra un diálogo colapsado entre posturas ideológicas y estéticas de la gran mayoría de los artistas frente a instituciones oficiales que actúan no solo al margen de ellos, sino que dan lugar a un clima cada vez más irreconciliable.