Jorge Romero Brest es un destacado crítico de influencia internacional, especialmente dentro de América Latina y del Río de la Plata. Rápidamente, su prestigio como conferencista había cundido en la región y —en el año 1940, cuando en Montevideo tiene lugar el Primer Salón Municipal de Artes Plásticas— es invitado a dictar una conferencia analizando los contenidos de ese primer salón, en tanto se presumían representativos de la situación contemporánea del arte en Uruguay. El presente documento es el texto que Romero Brest escribió —a solicitud de la Comisión Municipal de Cultura de Montevideo— tras haber dictado su conferencia (sin lectura); por lo que no se trata del texto transcrito de dicha conferencia, sino de una reconstrucción hecha poco después, con la ventaja, tal vez, de que aúna juicios y/o términos elaborados con una mayor precisión.

Abogado y profesor de educación física, Jorge Romero Brest (1905–89) comienza su actividad docente como historiador, crítico y ensayista de arte en 1939 en la Universidad de La Plata (Argentina). En septiembre de ese mismo año, escribió en el periódico La Vanguardia (órgano oficial del Partido Socialista argentino) una serie titulada “Guía para visitar el Salón Nacional de Artes Plásticas”, artículos que buscaban una aproximación didáctica del arte argentino hacia el público en general. De igual modo, dividió al conjunto de obras expuestas en esa muestra en categorías según temáticas abordadas tanto por pintores, dibujantes o escultores.

Cuando en 1940 es invitado a Montevideo para dictar una conferencia sobre el recién inaugurado Primer Salón Municipal de Artes Plásticas (evento que respondía a iniciativa del pintor César Pesce Castro, entonces director del Museo Juan Manuel Blanes), Romero Brest clasifica las obras en categorías procurando agrupar y conceptualizar los juicios. La primera se enfoca en los temas tratados y el “contenido expresivo” de su tratamiento. En ella, las áreas más abarcadoras son la del “Naturalismo”, la del “Creacionismo” (según terminología aplicada por Guillaume Apollinaire), amén de una variedad de expresiones que reúne en un mismo comentario. La segunda categoría se refiere al “soporte expresivo”, donde el autor incluye tanto el rigor en el tratamiento de los géneros (tipología figurativa) como el tratamiento materia-color. La tercera se centra en “la manera de realizarse la obra”, es decir, pertinencia de técnicas. Con la verbosidad y complejidad que identifican su discurso, en general, el autor es duramente crítico hacia el estado “ingenuo” —y un tanto anacrónico— del arte uruguayo en ese momento. Más allá de lo discutible de sus propuestas de categorías, el crítico revela un interesante esfuerzo por tratar de reunir en un análisis totalizador la inabarcable variedad de asuntos, técnicas e intenciones personales que suelen caracterizar este tipo de salones. [Véase, al respecto, en el archivo digital ICAA de Cipriano S. Vitureira “1er Salón Municipal de Artes Plásticas” (doc. no. 1184568)].