En 1972, Omar Carreño (n. 1927) recibe el Premio Nacional de Artes Plásticas —en su segunda entrega. A principios del siguiente año, el escritor y periodista venezolano Alfredo Schael entrevistaba a Carreño, al tiempo que revisaba lo más destacado de la trayectoria del mismo, en un ejercicio acorde con la naturaleza del recién creado galardón. En tal sentido, Schael resalta los méritos del pintor y escultor venezolano en una carrera (paradójicamente) carente de reconocimientos, pese a ser fundamental en el giro de la escena artística del país hacia las tendencias de la abstracción durante los años cincuenta. La conversación rescata la influencia de los artistas venezolanos radicados en París (grupo Los Disidentes, 1950), en la toma de Carreño de una postura estética. De igual modo, se resalta el papel ejercido entonces por del Estado Venezolano en la formación de jóvenes artistas y la paulatina mejoría a nivel de participación del país en eventos artísticos internacionales. El tema no deja de generar críticas por parte del artista en materia de formación y dotación de recursos; los cuales, en la actualidad, ponen en desventaja a estudiantes de artes plásticas en su patria. Como parte de la revisión de la obra de Carreño, se describe su participación (un año antes) en la XXXVI Biennale di Venezia; lo hace con una ambientación de luz y movimiento que concretaba algunos de los postulados del movimiento expansionista, previamente publicados en sus manifiestos (1967-68). Carreño también aporta sus ideas sobre la versatilidad de la obra contemporánea, a partir de su componente tecnológico, los mitos sobre la autonomía del arte y la confrontación originalidad-reproductibilidad.
Para una reflexión sobre el lenguaje plástico desarrollado por Carreño, véase el ensayo “La construcción de lo visual en Omar Carreño”, de Víctor Guédez [en el archivo digital ICAA (doc. no. 1157401)].