En esta entrevista de María Cristina Sanhueza con el crítico y docente J. R. Guillent Pérez, éste trata de defender la importancia del grupo Los Disidentes (del que fue miembro y, en general, del movimiento abstracto-geométrico) en el meollo del arte venezolano. Su intervención se origina a raíz de declaraciones hechas por el pintor Oswaldo Vigas (n. 1926) al periodista Paco Benmaman (14 de abril de 1977 por Radio Caracas Televisión). Vigas cuestiona radicalmente la influencia de Los Disidentes, del arte abstracto, del cinetismo y del proyecto de integración de las artes de la Ciudad Universitaria de Caracas [consúltese el artículo de Paco Benmaman, “Oswaldo Vigas explosivo” (El Universal, Caracas, 17 de abril de 1977), en el archivo digital ICAA (doc. no. 1153245)].
Guillent Pérez había participado del grupo Los Disidentes, agrupación de jóvenes artistas venezolanos becados y residenciados en París que (en 1950 y por medio de una revista homónima) promovió de manera vehemente la abstracción-geométrica. A juicio de sus integrantes, un proyecto estético dirigido a renovar la plástica nacional. Por otra parte, en 1965, Guillent Pérez había participado en una polémica con Marta Traba; debate en que también replicaron Alejandro Otero, Ludovico Silva y otros intelectuales venezolanos. Entonces, se cuestionaba el papel de los movimientos que impulsaron la modernidad en América Latina: la crítica se dirigía al papel del internacionalismo en la producción estética del continente, que, en opinión de muchos, ponía en entredicho la identidad cultural. Tanto en 1965 como en esta ocasión, Guillent Pérez defendió un “arte con identidad”, pero cuyos referentes no estuviesen limitados a los imaginarios locales y folklóricos. En este sentido, el crítico resalta que la noción de “identidad” manejada por los pintores abstractos, apelaba a una universalidad derivada de la pertenencia de América Latina al mundo occidental. A juicio de Guillent Pérez, la escasa conciencia sobre dicha integración era un obstáculo en la articulación de una identidad más amplia y con posibilidad de diálogo con “lo otro”. En este planteamiento, la idea de “identidad” adquiere carácter ontológico e individual, incuestionable al grado de desplazar la dimensión local.