De los muchos artículos escritos por el poeta venezolano Carlos Augusto León (1914–97) sobre temas artísticos —fuesen de cine, de danza o, como en este caso, de artes plásticas— el presente es quizá el más principista; además, es ejemplar en su postura tanto comedida como polémica sobre el valor de la crítica y del arte realista. Tal es el meollo de la defensa de su artículo. La exposición del pintor indigenista ecuatoriano Oswaldo Guayasamín —en el Museo de Bellas Artes de Caracas, en 1953— coincidió con un tiempo caldeado por el debate, “lánguido e intermitente” según el poeta, en torno al realismo. Más razón cuando entonces había una nueva generación artística, capitaneada por Alejandro Otero (1921–90) y comprometida desde un inicio con las fórmulas de la abstracción. Lo interesante de la postura de León es que, siendo él comunista, se solidariza con los reparos formales que Otero ha hecho a la pintura expresionista del ecuatoriano; lo hace no tanto por colocarse al lado de una vanguardia —pues al mismo Guayasamín lo identifica con la pintura moderna por la deformación de la figura— sino por rechazar que un “contenido americano” pueda, por sí mismo, disculpar al pintor de exigencias formales. El autor cuestiona con gran lucidez la pretensión americanista de esa pintura, pues “lo americano” sólo indicaría aquello que “hay de común” entre las culturas nacionales del continente, cuando lo auténtico sería partir de “lo local”. Considera el crítico que “Guayasamín parte del pueblo pero no regresa a él”, precisamente por no usar un lenguaje realista sino uno entendible sólo por coleccionistas.
Para leer el ensayo de Otero, “¿Dónde está Guayasamín?: una opinión polémica”, consulte el archivo [doc. no. 850492].