Reflexiones de Jorge Falcón, a propósito de la exposición del artista húngaro Lajos d’Ebneth, radicado en el Perú, en la Galería de Lima (agosto de 1950). El autor señala, objetivamente, que el arte, antes de nada, es una mercancía en búsqueda de “su cliente”. Por ello, la creación intelectual no sólo amerita valoración formal, sino también un juicio acerca del “fin propuesto con su aplicación”. Al considerar las posibilidades positivas o negativas de toda acción humana y referirse al arte, ilustra el viraje político sufrido por Pablo Picasso antes de la Segunda Guerra Mundial, “incitado por la lucha popular en la que se enrola por la conquista de una nueva vida, de una nueva cultura”. Quienes ignoraron dicha lección (existencialistas, metafísicos y “modernos”) ensayaron la defensa “del decadentismo y del pensamiento más reaccionario”, a propósito de su crítica a la Madonna azul, “cromo” del pintor húngaro. Lo más grave aún, a juicio de este escritor y militante comunista, es que para tales posiciones esotéricas, el cuadro representa “la cúspide cultural de nuestro pueblo”, con el que no habría manera de establecer vinculación alguna. Para Falcón, es evidente que tales facciones funcionan “al servicio encubierto de los intereses políticos retrógrados”, es decir, capitalistas. Contrapone esta actitud con movimientos comprometidos con el progreso de la humanidad; esto es, “el realismo en el arte y la literatura, el materialismo científico en la filosofía y la ciencia experimental en la cultura en general”.