A fines de 1955, el crítico brasileño Marc Bercowitz aprovechó una breve estadía en Lima para intervenir en los debates sobre arte abstracto, los cuales polarizaban la escena artística peruana en aquel momento. En un breve artículo, Bercowitz advertía ahí de la existencia de una nueva generación de artistas con nivel internacional que, paradójicamente, debía luchar contra la animadversión de la prensa de su propio país. Por ello, afirmó que la labor del crítico de arte latinoamericano debía centrarse en la promoción artística y en la vigilancia de la calidad de las obras, condiciones básicas para articular una institucionalidad (aún inexistente). El texto representaba un ataque directo a la postura contraria a la abstracción asumida por gran parte de los comentaristas de arte limeños, entre los que destacaba el escritor Sebastián Salazar Bondy (1924–65). De hecho, la crítica “informativa” preconizada por Bercowitz entrañaba una mirada formalista afín a la del opositor de Salazar Bondy, el teórico y arquitecto modernista Luis Miró Quesada Garland (1914–94), quien publicó el texto del brasileño dentro de su sección semanal en el diario El Comercio. En su réplica a Bercowitz, Salazar Bondy defendió la labor de sus colegas limeños [véase, en el archivo digital ICAA, el texto “Sobre un artículo de M. Bercowitz: el periodismo, la crítica y el arte” (doc. no. 1137975)] y, en especial, el compromiso inherente a toda crítica que se reclame como tal.
Por otra parte, al año siguiente, Bercowitz reafirmó su interés por el nuevo arte peruano al promover la exposición que realizaron en el MAM-RJ (Museu de Arte Moderna do Rio de Janeiro) el pintor Fernando de Szyszlo (n. 1925) y el escultor Joaquín Roca Rey (1923–2004).