Respuesta de Samuel Pérez Barreto al artículo de la Agrupación Espacio publicado en torno al debate generado por las polémicas declaraciones de Fernando de Szyszlo (“en el Perú no hay pintores”) publicadas en La Prensa (Lima, 2 de junio de 1951) tras su muestra pictórica en la Sociedad de Arquitectos del Perú. El escritor recoge una irónica frase de la agrupación para ubicarse entre aquellos que ostentan orgullosamente el “ombligo en la peruanidad”. En alusión a Espacio, señala el trasfondo libresco del que parten y cuyo prestigio es ajeno a la realidad nacional. Cita a filósofos y etnólogos (José Ortega y Gasset, José Imbelloni, Vaast van Bulck, Oswald Spengler) para definir el concepto de “cultura”: unidad autónoma y original, indesligable de un contexto histórico y/o geográfico determinado. En base a ello, afirma que el Perú debe abrazar su cohesión cultural propia; lo cual no implica ninguna negación del arte de las demás culturas. En su opinión, solo al reconocerse la autenticidad como valor podremos pensar en una totalidad que es específica y original. En el caso de la pintura en el país, quiérase o no, el camino lo traza la recuperación de dicha idea de cultura.

La defensa de la abstracción telúrica como única vía legítima para el arte peruano, confrontó al autor de este texto con sus antiguos contertulios de la Agrupación Espacio que ostensivamente rechazó lo que consideraba una identificación tendenciosamente totalizadora de “lo nacional” con “lo andino”. Ya en las discusiones modernistas sobre el tema —iniciadas en junio de 1951 por declaraciones del pintor Fernando de Szyszlo (n. 1925)—, el crítico Samuel Pérez Barreto (1921–2003) defendió a la abstracción telúrica como única vía para un arte “peruano” que fuera, a la vez, moderno. A pesar de ello, la discusión se desarrollaría a lo largo de la década como la oposición entre un “nacionalismo programático y figurativo”, y un lenguaje “abstracto” sin mayor compromiso que lo meramente plástico. Por cierto, a mediados de 1954, este debate sobre el nacionalismo en el arte ya había enfrentado a Miró Quesada con Salazar Bondy.

Como muchos otros intelectuales de su generación, este periodista cultural se adhirió al manifiesto de la Agrupación Espacio (1947), documento fundacional del modernismo arquitectónico y artístico en su país. Poco después se encargó de la edición de los cinco primeros números de la revista Espacio (1949–50), el órgano de la Agrupación, al tiempo que ejercía la crítica de arte desde la revista Semanario Peruano. Pérez Barreto defendió la posibilidad de conciliar la experimentación formal con el sentido de pertenencia a una continuidad histórica. De hecho, afirmó que la creación de un arte moderno (y a la vez peruano) sólo era posible si se indagaba en las raíces telúricas del país, según lo hecho por los artistas precolombinos. Su punto de vista prefiguraba, con notable anticipación, el giro emprendido por la pintura no-figurativa peruana durante la década de sesenta. Paradójicamente, tal posición recibió los ataques de sus antiguos compañeros de Espacio durante la primera gran polémica sobre la abstracción, desatada en mayo de 1951 por las declaraciones del pintor Fernando de Szyszlo.

[Respecto a este debate, consúltense también en el archivo digital ICAA: “La guerra de los pintores”, por Samuel Pérez Barreto (doc. no. 1137856); “Balance de una polémica: cuatro preguntas fundamentales”, por Juan Ríos (doc. no. 1137882)].