En el Perú, la década de los cincuenta dejó atrás aquel estrecho marco de la experimentación (tanto solitaria cuanto intimista) caracterizado por las escasas formulaciones de pintura no-figurativa producida a finales de los cuarenta, bajo el pionerismo abstracto de Juan Barreto (1913–91), Juan Manuel de la Colina (n. 1917), Antonino Espinosa Saldaña (1893–1969) y de Enrique Kleiser (1905–77). Si bien la muestra de este último, realizada en 1950, fue la primera de esta tendencia en el país, cupo a una nueva generación de artistas librar la batalla definitiva por el arte abstracto. En este sentido, el triunfo del pintor Fernando de Szyszlo (n. 1925) —premiado en el III Salón Moncloa, celebrado en Lima en octubre de 1955—trajo a la mesa de discusión los valores de la abstracción tras un par de años de áspero debate sobre su pertinencia en el país [sobre III Salón Moncloa, véase en el archivo digital ICAA, “En blanca y negra”, de Luis Miró Quesada Garland (doc. no. 859754)]. Mayor significación alcanzó, sin duda, el I Salón de Arte Abstracto, organizado por los pintores Eduardo Moll (n. 1929) y Benjamín Moncloa (n. 1927). Fue realizado en el Museo de Arte de Lima (enero de 1958) y que constituyó la primera muestra colectiva de arte no-figurativo en el Perú. El alto número de participantes (treinta en total) incluyó a los más talentosos jóvenes del medio local [“I Salón de Arte Abstracto” (sin autor) (doc. no. 1143441)]. A pesar de los balances adversos a la muestra en general, hechos por el escritor Sebastián Salazar Bondy (1924–64) [“Visita al Salón de Arte Abstracto”, de Bondy (doc. no. 1137318)] y el pintor Carlos Aitor Castillo (1913–2000) [“Primer Salón de Arte Abstracto”, de Castillo (doc. no. 1137342)], dicho Salón anunciaba ya la conversión local al lenguaje no-figurativo en la década siguiente, que, como siempre, tuvo varios opositores iniciales como el propio Castillo [ver “Primer Salón de Arte Abstract”, de Garland (doc. no. 1137215)].