El autor indica las diferencias identificables en la trayectoria de la obra de Candido Portinari; las establece entre el artista de los años treinta, que denuncia la injusticia social en el Brasil —ya sea específicamente en obras como Café o bien en representaciones de pobladores de inmigración interna— y el pintor instituido e histórico de la década siguiente, el cual se integra a la tierra brasilera (en obras como el panel de la Primeira missa, tras el descubrimiento del Brasil). De acuerdo a este planteo interpretativo, Portinari estaría yendo de la crítica social “inmediatista” y, en cierta medida, “necesaria”, hasta montarse una “recapitulación histórica” con la que madura su trabajo, dotándolo incluso de “una tónica poética de mayor altura”. El escritor Antonio Callado considera que, en las obras de aquel primer período, Portinari muestra al Brasil la escasísima intimidad existente entre el hombre brasileño que imita a Europa y los Estados Unidos y el otro, que vive la realidad y el territorio brasileño en su amplitud, vinculándose estrechamente a él de manera casi indivisible. En el caso de los paneles históricos, la geometrización de las formas, por otra parte, no viene a iluminar un pasado muerto sino “el drama del brasileño actual” dilacerado entre una vida miserable y “la esperanza” de construir “un gran país”, según lo predican las figuraciones “nobles” de Portinari, hechas a partir de episodios de la historia nacional. Es por ello que el visionario artista se convierte, a juicio de Callado, en “el mayor pintor brasileño”.