De modo contundente, Aracy Amaral afirma que no hay un arte de vanguardia de cuño brasileño, por el hecho de no haber existido núcleos artísticos de considerable densidad y capaces de suministrar elementos de innovación. A su juicio, la ausencia de tradición pictórica, resultado del legado portugués, vino a ser substituida por la tradición artesanal del tallado en madera, por las imágenes populares de cuño afro y por las artesanías indígenas. Desde la introducción de la pintura descriptiva e histórica europeas en el Brasil, Almeida Júnior pasa a ser el primer artista que propone una temática brasileña, aunque con hechura francesa. La autora atribuye a Tarsila do Amaral la irrupción de una pintura con colorido brasileño y gusto rural ranchero, bajo el filtro ambas de una práctica cubista, atribuyéndole a la FAM (Família Artística Paulista) el haber captado el paisaje del suburbio. Se reconoce el aporte de los artistas extranjeros, así como el internacionalismo de Ismael Nery, de Vicente do Rego Monteiro y de Flávio de Carvalho. Percibe, todavía, el predominio de la idea de arte como expresión individual, de tal modo, que acepta que las corrientes concretistas o geométricas sean fruto de informaciones traídas al país por las bienales de São Paulo. En cambio, considera el arte Pop una manifestación carente de impulso auténtico e intelectualizada, surgida en los Estados Unidos. Entre los artistas ingenuos o primitivos, Amaral observa un arte de tenor genuino e instintivo, aunque de escaso interés plástico. Denuncia la precariedad de las escuelas de arte, así como el aporte que brindan los cursos de arquitectura para la formación de profesionales en el ámbito artístico y que contribuye para desarrollar una perspectiva de las cuestiones sociales en el Brasil. Destaca que los artistas jóvenes son de formación autodidacta y evitan los conocimientos técnicos. Detecta diferencias entre los artistas de Río de Janeiro y de São Paulo; los “cariocas” muestran ganas de participar de la problemática histórica del país, aunque sin caminos formales definidos; en los paulistas, por otra parte, a pesar de una mayor regularidad productiva, los ve ajenos a la realidad nacional. Amaral sitúa el arte, en el Brasil, como un fenómeno elitista y cerrado, lejano tanto de la realidad como de la universidad; lo que resulta en su escasa expresión dentro del contexto de la cultura brasileña.