El artículo registra la entusiasta recepción que la obra La novia (1997) de Guillermo Marín (n. 1970) tuvo como performance en el medio artístico y crítico colombiano. La obra consistió en la presencia del propio artista vistiendo un atuendo de fiesta de mujer del siglo XVII (con abertura en la parte posterior que develaba su desnudez y, a su vez, ocultaba una plataforma que lo mantenía a 2 metros del piso); la falda tenía un pequeño orificio en el frente, a la altura de lo que sería el sexo del artista, por donde el público visualizaba en un monitor de video imágenes proyectadas que —sin ser explicitas— actuaban como dispositivos provocadores para armar un imaginario erótico. De esta manera, el documento destaca la experiencia voyeur alrededor de la pieza, afirmando la búsqueda de una sorpresa sexual alentada por la instigante curiosidad que, durante dos horas, obligó a los asistentes a acercarse al artista para mirar bajo la falda.
El texto realiza una acertada lectura del potencial de La novia como instalación y performance, rescatando elementos tales como la presencia de Marín transformado en una figura asexuada por la carencia de vello en el cuerpo, el arroz en el piso como elemento revelador de la presencia del público acercándose al espacio privado, la etiqueta matrimonial que respetó el horario y dio importancia a la presencia de los meseros en el evento y a las fotografías que, montadas como un par de columnas en la entrada de la galería, actuaban como pilares de construcción de una narrativa vivencial de la realidad, con los sueños y pesadillas del artista. Sin embargo, el artículo excluye dos aspectos primordiales del evento: la procedencia de los títulos de las fotografías que, al igual que el título de la muestra, actuaban como pequeñas citas tanto a obras cinematográficas como a la afirmación defendida por Marín de la obra como homenaje duchampiano. Dicho desconocimiento impide leer la obra como propuesta crítica a la forma en que nos aproximamos a la historia del arte; factor que, según el curador José Ignacio Roca en el texto La incapacidad adquirida de escapar (2000), es primordial para enfocar la obra de Marín [véase doc. no. 1130006].
Guillermo Marín, artista, curador y docente, actualmente (2009) se desempeña como curador de la Sala de Exposiciones de la Escuela de Bellas Arte de Cali, siendo además, profesor de la Universidad del Cauca, en Popayán. Marín obtuvo el primer puesto en el I Salón Regional Zona Sur (2001).