Este texto del historiador y crítico austriaco de arte Walter Engel (1908–2005) sobre el pintor y escultor colombiano Eduardo Ramírez Villamizar (1922–2004) es muy importante dentro de la bibliografía sobre este artista por dos razones. En primer lugar, porque junto con textos de la misma época —como “El arte clásico de Eduardo Ramírez Villamizar” (véase doc. no. 1093722) del crítico de origen polaco Casimiro Eiger y“Un poder ordenador” (véase doc. no. 1093674) de Marta Traba— define el trabajo abstracto de este artista como autorreferencial, centrado únicamente en la forma, y totalmente racional. En otras palabras: “Arte puro e incondicional. Infuncional, sin recuerdos ni asociaciones, con excepción de lo eterno y bello, de la armonía en todos los campos (…) independiente de todo fenómeno real”. Dicha definición del trabajo de Ramírez marcará, de manera definitiva, la mirada sobre su obra durante mucho tiempo.
En segundo lugar, el texto es significativo porque se menciona la relación de Ramírez Villamizar con la arquitectura. En opinión de Engel, la obra del escultor, especialmente los relieves, es “Arquitectura en sí”. En ese sentido, vale la pena mencionar que, efectivamente, Ramírez estudió en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia y esto marcó, en definitiva, su operatividad como artista. En las descripciones de Engel sobre los más representativos murales o relieves de gran formato que instaló Ramírez Villamizar en varios lugares públicos y privados de Colombia, se evidencia un especial manejo arquitectónico del espacio; o sea, un interés por encontrar equilibrio entre sus obras y los espacios contenedores. Un ejemplo claro de esto es el Mural Horizontal y Curvo instalado en la fachada de la sala de música de la Biblioteca Pública Luis Ángel Arango, en Bogotá (1964) —dicho sea de paso, una fotografía de este mural acompaña al texto de Engel. Este mural respeta completamente la forma curva de la pared de la sala; esto es, se adapta de manera especial a la arquitectura del lugar. Hay una ventana en frente del relieve que permite que sea vista desde el exterior de la Biblioteca. Además, es completamente blanco; color que permite que la obra se combine sutilmente con las paredes del espacio sin romper drásticamente con el equilibrio del área. El relieve está construido principalmente por siete líneas paralelas de un extremo al otro (cuatro metros aproximadamente); fácilmente comparables con un pentagrama musical o, por lo menos, con algún instrumento de cuerda. Este hecho permite pensar que Ramírez Villamizar no sólo logra que su relieve se adapte formalmente al espacio sino que también toma en cuenta características tanto funcionales como conceptuales del lugar; tarea característica de un pensamiento arquitectónico.