Este texto del crítico brasileño de arte Frederico Morais (n. 1936) señala un aspecto bastante interesante de la obra de Eduardo Ramírez Villamizar (1922–2004): el compromiso social y político adscrito a su trabajo dentro de la abstracción geométrica o constructivismo. En la entrevista “El sueño del orden” (véase doc. no 1092041) publicada en el libro Así Hablan los Artistas y realizada a Ramírez Villamizar por los escritores Álvaro Rojas y María Cristina Laverde, el mismo artista explica su trabajo geométrico como siendo una propuesta con contenido político; a su juicio, en una sociedad desordenada, violenta y caótica como la colombiana, lo que él busca es paradójicamente el orden, el equilibrio y la armonía. En ese sentido, Morais plantea que “el proyecto constructivo es fundamentalmente optimista y utópico. El artista constructivo cree que el arte puede ser un instrumento eficaz de transformación de la sociedad; quiere construir una realidad nueva, inclusive, si es posible, en el plano sociopolítico”.
Es posible afirmar que existen pocos lugares en el mundo en donde una propuesta plástica, como la de Ramírez Villamizar, pueda tener tanta vigencia y fuerza. El contexto histórico y social de Colombia provoca que su continuo interés por construir, crear, ensamblar o edificar, contraste radicalmente con una realidad en la cual la destrucción, la deconstrucción y la fragmentación han sido una constante. Asimismo, Morais se refiere a Ramírez como un “colombiano al revés” y afirma que, sólo en países en vías de desarrollo, el constructivismo puede ser comprendido como una propuesta artística con tintes políticos. Y señala: “Si en las sociedades desarrolladas, saturadas culturalmente, la ‘nada total’ (Mathieu) surge como perspectiva estética, entre nosotros, sociedades emergentes donde todo está por hacer, trabajar y construir, el arte constructivo va más allá de lo estético para adquirir una dimensión ética e incluso política”.
Siguiendo la misma idea, el escrito de Morais contiene algo de extrema importancia. Es la mención a una serie de obras de Ramírez Villamizar poco exploradas en otros textos críticos: sus Torres de concreto. En los años setenta, Ramírez produjo una serie de obras en gran formato para espacios públicos en los Estados Unidos (estado de Vermont, 1971; Ciudad de Nueva York 1973) y Colombia (Bogotá 1973) que consistían en torres altas de concreto siguiendo una línea continua. A juicio de Morais, la obra regalada a Bogotá y situada en el Parque Nacional implica uno de los trabajos artísticos más utópicos del arte latinoamericano. La obra, construida a partir de líneas rectas organizadas y equilibradas dentro del espacio, se contrapone radicalmente a la exuberancia y desorden de la propia naturaleza del parque. En ese aspecto, las Torres de concreto son relevantes gracias a su contraposición al espacio contenedor; así como toda la obra constructivista de Ramírez es eficaz en el contexto colombiano y del continente.