La confrontación entre los jurados de premiación del concurso de pintura Dante Alighieri —organizado por la Embajada de Italia en Colombia en 1966—, como se ha citado en otro documento [véase doc. no. 1092533, “El premio Dante Alighieri, otra obra llamada a suscitar problemas: El jurado del XVII censurado por no haber aceptado la obra de Bernardo Salcedo. Pero ahora… ¿qué vendrá?”] fue el origen de una de las polémicas medulares de los años sesenta en Colombia. Por otra parte, el evento hizo entender, definitivamente, que, en el país, la concepción tradicional de los medios bidimensionales y tridimensionales estaba superada.
Según lo deja ver este documento, la posición del representante de la Embajada de Italia en Colombia se aferró a definiciones convencionales; no sólo en lo concerniente a que la construcción en caja presentada por Bernardo Salcedo (1) (1939?2007) no se podía definir como “pintura”, sino con relación al significado de la inspiración. Según Corsini, la obra de Salcedo, Dante 66, Lo que Dante nunca supo (Beatriz amaba el control de la natalidad) (2) (1966), no se ciñó a los requisitos de la convocatoria al no inspirarse en la vida y obra del escritor italiano. La defensa que hicieron los jurados nombrados por Colombia respecto de la libertad creativa del artista se refiere, en este caso, no sólo a que el asunto creativo va más allá de la representación literal, sino a que, en efecto, Salcedo, al concebir su propuesta tomó en cuenta la obra de Alighieri. Con su tradicional sentido crítico y humorístico, Salcedo se refirió al amor sin frutos de Beatrice en La Divina Commedia a través de un símbolo de la fecundidad; como son los huevos que dispuso en el centro del escenario, de los cuales no surge nada, no obstante la evocación del pequeño brazo que se alza entre ellos. El control de la natalidad fue uno de los temas álgidos de la década de los sesenta frente al muy comentado problema de la explosión demográfica.