Este artículo del poeta y crítico de arte colombiano Luis Vidales Jaramillo (1900–1990) permite dar cuenta del carácter polémico del IX Salón Anual de artistas colombianos (1952) en dos frentes principales: el de la significación política y el de la calidad artística. En cuanto a lo primero, desde el título—“El ‘otro’ punto de vista: El IX Salón”—el autor enfatiza en que el suyo es un enfoque alterno, disidente, opuesto a la opinión oficial. Esto tiene relevancia porque este Salón se llevó a cabo durante el gobierno de Roberto Urdaneta Arbeláez (1953), presidente interino que había reemplazado al titular Laureano Gómez (1950-53), líder conservador que había dimitido alegando razones de salud. A su vez, Gómez también ejerció la crítica de arte, donde se afincó en la defensa de la tradición clásica y los preceptos de la moralidad cristiana; razón por la cual sostuvo enconadas polémicas con Vidales [véase: “La metodología del arte: una entrevista con Luis Vidales”, doc. no. 1088833]. En este sentido, interesa señalar que críticos como Vidales se opusieron al carácter oficial de tales eventos, cuando el gusto se encontraba definido por posiciones estéticas de inspiración ideológica. Justamente esta circunstancia hace que, en el texto, los juicios sobre la calidad estética de las obras se enmarquen en una discusión amplia entre la defensa de “lo tradicional”; esto es, el academicismo y las nuevas formas de expresión tales como la irrupción de ideas de vanguardia. Vidales considera que, en este respecto, el Salón marca un notable retroceso y un triunfo de la “reacción, regresión, restricción, morigeración o como se quiera llamar”. Por último, cabe destacar el carácter de presagio del artículo que intenta hacer cábalas sobre los premios de pintura y escultura. Vidales opina que el primer premio de pintura debería ser para Enrique Grau Araujo (1920-2004) y, el de escultura, para Julio Abril (1912–1979). A pesar de haberse equivocado completamente (los premios fueron para Blanca Sinisterra de Carreño y Tito Lombana, respectivamente), no deja de ser indicadora la presencia de estos ejercicios en la crítica de la época, pues da fe de la existencia de una crítica contundente y comprometida. Siendo su función la de evaluar las obras e insertarlas en un marco de interpretación tanto estético como político.