Este es de los pocos textos que describe en detalle cada uno de los once frescos pintados por el artista colombiano Pedro Nel Gómez (1899–1984) en el nuevo Palacio Municipal de Medellín (construcción de 1932). El presente documento es el peritazgo que le encargó el concejo municipal de Medellín a los escritores colombianos Efe Gómez (1873-1938) y Antonio J. Cano. Si el peritazgo es pobre en conceptos, al menos posee el mérito de precisar lo fundamental del tema en cuestión. Este informe es indispensable para dilucidar las motivaciones que compartían los contratantes y el contratado.
El acuerdo municipal de la ciudad de Medellín (de 1935) autorizó la ejecucuión de los frescos y estipuló los motivos que debían ser “alusivos al trabajo, a las fuerzas vitales del estado, nuestras costumbres, nuestras fuentes de riqueza, minería, café, etc. a los problemas relacionados con el despertar del pubelo a la vida colectiva y política” (Acuerdo No. 9 del 15 de febrero de 1935).
Distribuido en los varios pisos del edificio del Palacio Municipal de Medellín, el ciclo mural de Nel Gómez fue el más ambicioso en la Colombia de su época y el más vasto realizado en América del Sur; hecho que motivó una polémica en la que participó el político conservador Laureano Gómez (1889-1965), posteriormente elegido Presidente de la República de Colombia en 1950. [Véase “El expresionismo como síntoma de pereza e inhabilidad en el arte”, doc. no. 1089142].
Nel Gómez estudió en Medellín. Viajó a Europa en 1925 y estudió en Florencia (Italia) la técnica del fresco, retornando a Colombia (en 1930) para convertirse en el más sobresaliente muralista de su época, con obras en Bogotá y Cali. Sus murales, como los de Ignacio Gómez Jaramillo (1910–1970), fueron duramente criticados por los tradicionalistas. Los murales eran vistos como expresiones de una modernidad que horadaba los principios ideológicos y morales en los que estaba fundamentada la sociedad.