El político colombiano Laureano Gómez (1889?1965) había publicado notas de crítica de arte con motivo de la exposición de 1910, organizada en Colombia para celebrar el Centenario de la Independencia. Incluso, fue el jefe más carismático del partido conservador colombiano en todo el siglo XX. Este documento es la mejor expresión de la enconada crítica que se desató contra los muralistas y es un testimonio fehaciente de la lucha ideológica librada en el país con objeto de detener los proyectos reformistas inspirados durante la presidencia liberal de Alfonso López Pumarejo (1886?1959). Gómez asciende a la Presidencia de la República en 1950, cuando la violencia política diezmaba a la oposición liberal, motivo por el cual el partido liberal renunció a participar en las elecciones. Debido a un infarto cardíaco que lo obligó a renunciar al cargo, la primera magistratura de Gómez duró sólo un año (1950?51). No obstante, manejó desde su residencia los hilos del poder; el 13 de junio de 1953 retornó a la presidencia para ser derrocado, ese mismo día, por un golpe militar.
El relevo político que se produjo en Colombia, en 1930, cuando el partido conservador perdió las elecciones presidenciales a favor del partido liberal, se tradujo en la más férrea oposición de los políticos conservadores a que el Estado colombiano patrocinara con dineros oficiales, a través del ministerio de Educación, las nuevas tendencias estéticas. Situación que explica el giro que simultáneamente experimentaban las artes; la oposición se manifestó con fuerza cuando el pintor colombiano Pedro Nel Gómez (1899–1984) terminó los once murales de la Alcaldía de Medellín, en 1937, y cuando Ignacio Gómez Jaramillo (1910–1970) pintó los dos murales del Capitolio Nacional de Colombia, en 1938.