En este texto, escrito en torno al Primer Salón de Pintoras Colombianas o Residentes en Colombia (Compañía Colombiana de Seguros, septiembre de 1957), Marta Traba objeta la condición “femenina” en la pintura. Argumenta que la libertad individual de expresión implicada en su concepto de arte moderno equipara las posibilidades creativas para hombres y mujeres. La autora sostiene la idea del arte como campo capaz de potencializar la creación individual de modo pleno y libre, donde la mujer puede redimirse de un destino doméstico, restricto. Presenta, a seguir, al grupo de pintoras que participaron en la muestra como una “comprobación de valores nacionales”, más allá de ser un grupo de pintoras que conforman “una ofensiva del ‘bando femenino’”. Más aún, señala aspectos de obras presentadas por Cristina Wiedemann, Sofía Urrutia, Lucy Tejada, Teresa Tejada, Marcela Samper, Judith Márquez, Colette Magaud, Margarita Lozano y Elsa de Narváez. En algunas de estas críticas, Traba enfatiza los valores formales que desbordan aspectos narrativos de las obras, integrándolas al plano del arte moderno.

Con la colaboración de algunos integrantes de la revista Prisma (febrero – diciembre de 1957). [Véase “Una revista nueva”, doc. no. 1087526], Marta Traba (1923–1983) organizó en septiembre de 1957 el Primer Salón de Pintoras Colombianas o Residentes en Colombia en las instalaciones de la Compañía Colombiana de Seguros. Esta muestra y el texto que la crítica argentina radicada en Colombia publicó pueden verse a la luz de un contexto sociopolítico en el que se afianza la participación de la mujer en diversos campos disciplinarios y del saber, así como en los que comienza a participar en el medio político. Es importante señalar que el día 1 de diciembre de 1957 las mujeres en Colombia ejercieron por primera vez su derecho al voto; o bien, que durante el mandato del General Gustavo Rojas Pinilla (1953–57) por primera vez en la historia le fue otorgado un ministerio a una mujer: Josefina Valencia, Ministra de Educación.    

Específicamente, en el campo de las artes plásticas en la década de los cincuenta, artistas como Lucy Tejada (1) (1920?2011), Cecilia Porras (1920–1971), Judith Márquez (1925–1994) o Alicia Tafur (nac. 1934) formaron un grupo de mujeres que tuvo una participación persistente en el plano artístico tanto local como internacional. Su trabajo era comprendido dentro de los lenguajes de ruptura, experimentación y búsqueda característicos de esta década. Se hicieron un espacio en el campo artístico debido a factores tales como su formación profesional y su curiosidad intelectual, lo cual les permitió compenetrarse en un ambiente cultural de avanzada. De la misma manera, los casos de Cecilia Ospina de Gómez, Gloria Zea o de la propia Traba, confirman este hecho en el ámbito de la gestión cultural y de la crítica de arte.    

Sobre otras exposiciones en las que participaron mujeres artistas cuya recepción crítica promovió la discusión en torno al concepto de “feminidad” o “lo femenino”, véase: “Tres pintoras colombianas en la Unión Panamericana”, [doc. no. 1080244]; y el artículo “I Salón Femenino” (1951), en Jursich Durán, Mario (comp.), Casimiro Eiger: crónicas de arte colombiano, 1946–1963 (Bogotá: Banco de la República, 1995).