Este es uno de los primeros ensayos que proyecta una visión panorámica y reflexiva sobre los inicios del arte abstracto en Colombia. La crítica de arte María Elvira Iriarte publica esta crónica en dos partes en Revista Arte en Colombia (1984): el primer texto en la edición no. 23 y el segundo en la no. 24 [véase “Primeras etapas de la abstracción en Colombia II”, doc. no. 1079798]. Ambos artículos están dedicados a recuperar los artistas, espacios, exposiciones, publicaciones y críticos que ocuparon un lugar preponderante entre las décadas de los cuarenta y cincuenta, periodo en el que se consolida el lenguaje abstracto en Colombia. Esta retrospectiva incluye significativas imágenes de los artistas considerados, por Iriarte, como fundamentales al proceso con una muestra visual de diferentes momentos y tendencias del abstraccionismo local.
El contexto político de esta época no resultó favorable para la difusión de las transformaciones que ocurrían en el campo del arte internacional (principalmente en Francia y los EE.UU.); en 1953, da inicio en Colombia la dictadura del General Gustavo Rojas Pinilla (1900–75), quien aparece, paradójicamente, como opción de cambio frente a la guerra bipartidista que afrontaba el país. Durante su mandato, vigente hasta 1957, fueron clausurados y censurados los dos diarios más importantes del país: El Tiempo y El Espectador. Sin embargo —y como lo cita Iriarte— se crearon dos publicaciones especializadas en el área artística: Plástica (1956) y Prisma (1957). Hubo, además, la labor de los críticos —en especial la de Marta Traba (1923–1983)— que vino a fortalecer dentro y fuera del país el discurso del arte y la posición de las artes plásticas.
El texto “Pintura y realidad” publicado en 1947 por el pintor colombiano Marco Ospina (1912–1983) en la Revista Universidad Nacional (ejemplar del 10 de septiembre de 1947, pp. 37–50) es el primer evento que Iriarte cita como precedente del proceso de gestación del arte abstracto en Colombia. Según ella comenta, en él, Ospina hace una defensa de lo que se denomina “arte no figurativo”. La autora, inclusive, destaca otro momento fundamental que marca el inicio del arte abstracto en el ámbito local: la Primera Exposición Colectiva de Pintura Abstracta, en 1952, realizada en la Biblioteca Nacional en Bogotá.