Este constituye el documento más temprano donde Roberto Obregón (1946−2003) habla de su concepción sobre arte y sobre su obra. Aporta claves importantes para comprenderlo y su trascendencia eventual dentro del arte en Venezuela. Denota ya, desde 1967, una fuerte convicción para un joven de 21 años, postura crítica que no abandonará hasta su muerte. La importancia del documento radica en ser testimonio del pensamiento de quien está en los inicios de su trayectoria, lejos de convertirse aún en uno de los grandes representantes del arte contemporáneo de su país. Su valor primordial implica la vigencia de su contenido; tanto, que críticos y entrevistadores, con frecuencia, continúan haciendo referencia a este documento seminal citando sus frases. Obregón, como afirma en la primera frase de su texto de 1967, lleva “plenamente” la figuración a posibilidades casi nunca exploradas dentro del arte nacional. Otras afirmaciones de ese escrito apuntan hacia rasgos que se tornarán característicos en su obra: un propósito de crear un “lenguaje” más que de un “estilo”, entre ellos.
La etapa del Obregón asociado a la Nueva Figuración fue muy corta. La asumió el artista críticamente, con ideas opuestas a los neo-figurativos representativos del momento con foco sobre un arte comprometido. A partir de 1974, la crítica suele ubicarlo dentro del arte conceptual —aunque sobre este punto él siempre tendrá objeciones—, corriente donde mantendrá principios éticos y estéticos formulados (o prefigurados) en este texto: fuerte ironía; personalidad compleja en la que se encarna la angustia del hombre contemporáneo; y asumir, a conciencia, la soledad. Obregón se cuenta entre los pocos artistas venezolanos cuya vida y obra se vinculan como experiencia de creación integral.
Igualmente, es de interés la opinión de Obregón sobre el desprecio de la crítica local por la figuración. No menciona a ningún crítico en particular. En este sentido también tenía razón ya que, para estudiosos como Alfredo Boulton (salvados los casos de Reverón y Narváez) los grandes maestros de la modernidad venezolana eran los representantes de la abstracción-geométrica y/o del cinetismo.
[Para una breve presentación sobre el artista, consulte en el archivo digital ICAA de la periodista Margarita D’Amico “La flores de Roberto Obregón” (doc. no. 1051362)].