En esta reseña periodística de Rubén Wisotzki, José Antonio Hernández-Diez (n. 1964) ofrece claves sobre la simbología cristiana de sus piezas y, sobre todo, deja claro que no hay intención de ironía en sus planteamientos artísticos. Tal afirmación de primera fuente es importante, ya que el joven Hernández-Diez —con gran originalidad y experimentando en las posibilidades del video arte— da continuidad, en cierta medida, a la estética iniciada por un grupo de artistas de los años setenta, cuyas propuestas estuvieron vinculadas al conceptualismo. En ellas, la ironía y los significados contrarios son signos característicos. A este joven, de sólida formación religiosa, le causa gracia el que se atribuya una intención de burla en sus obras y define su propuesta como una incuestionable “nueva iconografía cristiana”.
El documento cobra interés reforzado al referirse a la primera exposición de uno de los pioneros de la video-instalación y video-escultura en Venezuela y, a la vez, a una exposición que tuvo impacto en ese medio artístico, no sólo por la inédita utilización de medios audiovisuales, sino porque retoma una de las temáticas más antiguas del arte: la religiosa, expresada con los medios más contemporáneos ya sea electrónicos u objetuales. El reportaje de Wisotzki es de los primeros documentos en torno a este artista, el cual, a partir de allí, llamará la atención de críticos y coleccionistas.
Hernández-Diez pertenece a una generación que surge en los ochenta, destacada por su interés en la experimentación de nuevos medios como reacción ostensiva contra la pintura de índole “expresionista” e influenciada por la transvanguardia internacional. Los principales artistas son: José Gabriel Fernández (n. 1957), Sammy Cucher (n. 1958), Oscar León Jiménez (1960–90) y Alí González (1962). [Véase también el texto de Iris Peruga “José Antonio Hernández-Diez. Uso de contrarios: la violencia pasiva, como recurso estético” (2003)].