De todas las exposiciones organizadas por El Techo de la Ballena, Homenaje a la Necrofilia, presentada en la galería de su agrupación (noviembre, 1962), fue la más controversial por haber desatado la ira y el repudio tanto del mundo cultural y político como del público general. El catálogo hecho en la imprenta de la Universidad Central de Venezuela añade ataques a la casa de estudios que se realizaron desde la prensa. La reacción de rechazo fue virulenta, intensa y apasionada, según muestra este artículo; en ese sentido estuvo en plena consonancia con la provocación: principal objetivo de la muestra. Lo característico de estas manifestaciones de rechazo es que van dirigidas a la descalificación personal de los autores de la muestra y a quienes les apoyaron; en segundo término se procura descalificar su praxis artística, aunque sin mayor sustentación argumentativa. A los epítetos de “homosexuales” y “pervertidos” endilgados a los integrantes de El Techo de la Ballena, también se suman moralismos tales como “indecentes” y “obscenos”, o blasfemias políticas del tipo “subversivos”, “comunistas” y “extremistas”. Ofensas de tal magnitud que inclusive personas como el poeta Manuel Rodríguez Cárdenas, quien no había visto la muestra ni había leído el catálogo, se apresura a sumar su voz al coro de los indignados.
El Techo de la Ballena fue una agrupación de artistas plásticos y escritores de la vanguardia venezolana. Entre los años de 1961 y 1968 combinaron diferentes disciplinas: plástica, poesía, fotografía, cine y arte de acción, entre otras, para gestar un arte de carácter revolucionario que cuestionaba todos los valores socio-culturales combatibles como tradición en una de las décadas de mayor violencia política de Venezuela: los sesenta. La guerrilla, los postulados de la izquierda intelectual, la represión, la urbe deformada por el acelerado y forzado modelo desarrollista de la naciente democracia venezolana fueron marco referencial para la agrupación. En la plástica, asumieron la estética del informalismo, añadiéndole fuerte dosis de agresividad para contrariar valores de la geometría-abstracta, del paisajismo tradicional, incluso del realismo social. Fue su estrategia subversiva y provocadora, irracional y surrealista. Por otra parte, su producción editorial fue numerosa —principalmente, tres números de la revista Rayado sobre el Techo— al igual que sus instigantes muestras.
Los principales integrantes fueron venezolanos: Carlos Contramaestre, Juan Calzadilla, Caupolicán Ovalles, Edmundo Aray, Francisco Pérez Perdomo, Salvador Garmendia, Adriano González León, Fernando Irazábal, Daniel González, Gabriel Morera, Gonzalo Castellanos y Perán Erminy; además de algunos extranjeros integrados al país como el chileno Dámaso Ogaz y los españoles J. M. Cruxent, Ángel Luque y Antonio Moya.