Este ensayo, escrito en 1974 por la crítico colombiana de origen argentino Marta Traba (1923–1983), se ha considerado como el primer texto crítico de relevancia realizado sobre la obra de la artista venezolana de origen alemán Gego (Gertrud Goldschmidt, 1912–1994). Tal y como Traba apunta al principio de este ensayo, la crítica en general había relegado la actividad artística de Gego, fuera de algunos ocasionales artículos en prensa y breves ensayos para catálogos. Traba escoge analizar las obras de Gego que se encuentra tanto en espacios públicos como integradas a la arquitectura, propuesta ambiental de la cual la artista fue pionera. Habrá que tomarse en cuenta que durante los años setenta, época en que fue escrito este artículo, Caracas vive un momento de florecimiento y renovación urbana, producto de los altos ingresos petroleros acaudalados por Venezuela en dicha época. Es así que surgen numerosas edificaciones y otros espacios públicos, los cuales desean destacarse no sólo por sus líneas arquitectónicas, sino también por una aspiración a lucir un sello original y suntuoso, sustentado por ostentosas obras de arte de vanguardia. Traba destaca la investigación y la seriedad de los trabajos realizados por Gego en ese sentido, en donde el uso tecnológico o científico está al servicio de una propuesta estética audaz, fluida y natural en relación al entorno arquitectónico. Estas características las opone a aquellas que percibe en las manifestaciones cinéticas públicas, patrocinadas (a su juicio) por los “factores de poder” de Caracas, a las que califica de simples “juegos visuales”, “enunciados pirotécnicos”, entre otros epítetos igualmente despectivos, los cuales, sin embargo y muy a su pesar, son ampliamente celebradas por la crítica y por el público en general. Hay que destacar que, además del juicio valorativo profundo y completo en relación a la obra de Gego, esgrimido de modo positivo y tal vez certero por Traba —en cierta forma como un acto de justicia y reconocimiento a la labor de la artista—, también subsiste un juicio de índole moral, expreso en sus rechazos y aseveraciones en torno a la obra de los artistas cinéticos. Sobre todo cuando considera que estos “no tienen derecho” a realizar lo que la crítico percibe (de modo somero y superficial) como juguetes visuales, porque, en su opinión estos no están en correspondencia con una sociedad donde persiste la miseria y el caos; lo hace de manera persistente aún cuando salve de ello, de modo genérico, algunas obras de los artistas cinéticos. En este sentido, Traba retoma sus ideas expuestas en 1965, durante la polémica originada por su artículo “El arte latinoamericano: un falso apocalipsis”, publicado en la sección Papel Literario, El Nacional, el día 2 de mayo. Asimismo y en relación a la obra de Gego, tal argumento será retomado llevándolo a su dimensión sociopolítica y su correlativo estético, años después, por el crítico y curador venezolano Luis Enrique Pérez Oramas, en su ensayo para la exposición La invención de la continuidad. (Caracas: Galería de Arte Nacional, 1997). Este texto de Traba fue reproducido en Mirar en Caracas (Caracas: Monte Ávila Editores, 1974).