Por lo general, en las abundantes entrevistas efectuadas al artista y crítico colombiano Bernardo Salcedo (1939–2007) se pueden rastrear puntos álgidos de las polémicas del mundo del arte en Colombia. Sin lugar a dudas, fue uno de los pocos artistas que se atrevió a debatir, frontalmente, tanto a personajes como a instituciones de relieve, siempre con ironía y con argumentos de respetable agudeza. Si se sigue con atención la trayectoria de las entrevistas que concedió, se torna visible el lugar que se le otorgó a su opinión en los casos que exigieron voces autorizadas con reflexiones arriesgadas y contundentes. En este texto, es claro que el artista deniega las aseveraciones de Marta Traba (1930–83) y que propone otros horizontes de reflexión, a través de los cuales pone en cuestión el papel que juega la propia crítica. Sin responder al nombre ni a su planteamiento, la hace entender como a un personaje entronizado. Es probable que por haber sido uno de los artistas que permanentemente gozara del respeto y admiración de Traba, Salcedo hubiera optado por un lenguaje metafórico para valorar los que consideraba sus excesos tanto de protagonismo como de poder. Más aún, a través del recurso humorístico, Salcedo relativizó el lugar de la crítica argentina, cuando en la propuesta que desarrolló en el ámbito de la crítica utilizó el seudónimo “Marta Taba”, con el cual puso en evidencia una posición hacia algunos de los juicios y valoraciones de ella. En este mismo texto, Salcedo se refiere, también con humor, a la valorización de su propia obra como a una de las implicaciones de la labor de la crítica. En este punto, tampoco es directo cuando afirma que los precios de sus trabajos no los ha puesto él sino el coleccionismo, que en los tres primeros años de su carrera incrementó veinte veces el valor original de sus obras. A su juicio, eso les implica a ellos mismos, al tener que pagar los trabajos por un costo veinte veces superior, a pesar de que las obras sigan teniendo el mismo costo de producción.