La consolidación de la crítica de arte en Colombia tuvo su cuota representativa en los ochenta con los nombres reconocidos de José Hernán Aguilar (nac. 1952), Carolina Ponce de León (nac. 1957) y Beatriz González (nac. 1938), entre otros. Son ellos quienes, a partir de sus textos, cumplieron una labor no sólo divulgativa sino formadora y reflexiva. Es González —destacada no sólo por su trabajo como artista sino por la agudeza de sus palabras como crítica— quien deja ver en este documento retrospectivo (publicado en el Magazine Dominical de El Espectador, en 1987) su opinión acerca de cada uno de los puntos que enuncia. Trátase, en efecto, de un resumen completo de lo que Colombia presentó al público en materia de arte. Interesa la manera como la autora habla de propuestas, eventos e instituciones a partir de siete asuntos que organiza de la manera siguiente: “Crítica y cultura en La Picota”, “Mirada retrospectiva a las retrospectivas”, “Grabado y lección moral”, “Año de acuarela y escultura”, “Los maestros versus los jóvenes”, “Latinoamérica vuelve y juega” y “Lo singular del año”. Es un artículo extenso que no sólo abarca temáticas referentes a 1987; en realidad, alude, de modo implícito, además, al ocaso de una década (los ochenta) donde las propuestas artísticas volvieron a plantear los lenguajes plásticos tradicionales; es más, donde la pintura, influenciada por el fenómeno de la transvanguardia, recobró un papel de importancia. González se concentra no sólo en artistas o instituciones consolidadas; ella abre un espacio para los nombres no reconocidos y para las muestras que le dieron un lugar específico a técnicas “vistas” como menores (grabado y acuarela), pero que cobraron vigencia este año en exposiciones locales donde, incluso, tuvieron presencia artistas internacionales de renombre.El recorrido que presenta González resulta un mapa “visual” afortunado. Allí replican los nombres de artistas ya consolidados tales como Edgar Negret (nac. 1920), Alejandro Obregón (1920–92), Darío Jiménez (nac. 1919), entre otros; y aquellos que, a finales de la década de los ochenta, estaban consolidando sus propuestas: María Fernanda Cardoso (nac. 1963), Doris Salcedo (nac. 1958) o bien Bibiana Vélez (nac. 1956). Es importante señalar que González habla de los artistas, de su formación y de sus obras sin perder de vista el contexto en el que éstas han tenido lugar; asimismo, señala la incidencia que tuvieron las instituciones culturales, las galerías y los medios de difusión tanto en el impulso como en el reconocimiento que lo que la plástica local estaba experimentando.