El artista colombiano Pedro Nel Gómez (1899–1984) ha sido ampliamente reconocido por su labor como muralista desde la década de los treinta, desarrollada después de permanecer durante varios años en Italia. En sus pinturas y en los numerosos artículos y notas que escribió sobre arte, se manifiesta una preocupación por crear un arte nacional basado en el reconocimiento de la realidad colombiana como fuente para la representación plástica. La aproximación crítica a esta realidad —compartida por escritores, científicos y artistas del momento— pasa en Nel Gómez por el análisis de logros y dramas sociales del país, así como por el acercamiento directo a las culturas prehispánicas, entonces recientemente descubiertas en Colombia, tales como la de San Agustín (1000 a.C. –1530 d.C), en el sur del país —hallazgo hecho en compañía del historiador ucraniano y crítico de arte Juan Friede (1901–90) y el americanista francés Paul Rivet (1876–1958). Gómez le otorgó un gran valor como un recurso plástico a la pintura al fresco en América que permitía expresar y exaltar las propias características americanas que, a su juicio, se sustentaban en aspectos como la fuerza de la geografía y la plástica prehispánica que compartían los distintos pueblos del continente; los cuales, a su vez, diferenciaba de otros territorios. Al reivindicar el fresco americano a finales de los cuarenta, el artista estaba defendiendo su desarrollo en Colombia, al tiempo que resumía el lugar destacado que había alcanzado en otros países. Tal es el caso de México, donde los muralistas se valieron de esa técnica ancestral para actualizarla temáticamente.