Clemencia Lucena, artista colombiana y activista del MOIR (Movimiento Obrero Independiente Revolucionario, fundado en 1971) elabora un balance de las propuestas expuestas en el XXII Salón de Artistas Nacionales (de ese mismo año) a partir de la teoría marxista de la lucha de clases. Lucena realiza una clasificación de lo que se presenta en el salón bajo tres categorías. En primer lugar, hay un “grupo de obras que pretenden infructuosamente situarse al margen de todo acontecer social y de toda ideología. Entre ellas abstractas, conceptuales, figurativas, pinturas de objetos y otra serie de modas internacionales”. En este primer bloque se ubican pintores abstractos tales como Omar Rayo y Carlos Rojas; artistas figurativos como Santiago Cárdenas y Darío Morales y, al final, se refiere a una tendencia “que podemos llamar el último berrido”, ya que sus autores utilizan materiales ajenos a los medios tradicionales como cajas, rollos de papel y “otras chucherías”. En segundo lugar, Lucena observa “una tendencia que emplea un lenguaje político, lo que no implica que se oponga al grupo anterior. Se trata de los revolucionarios de palabra y reaccionarios de hecho, los revisionistas, la derecha camuflada tras una careta de izquierda”. En este grupo ingresan Carlos Granada Arango, Pedro Alcántara, Diego Arango y Nirma Zárate cuyas obras no se sostienen ni técnicamente ni conceptualmente porque, según Lucena, se quedan en la denuncia y en una sensiblería inútil sin plantear soluciones revolucionarias. Por último, “en abierto antagonismo con todas las obras arriba mencionadas, se destaca un grupo de obras progresistas que, o bien señalan al enemigo principal, o muestran con objetividad las luchas del pueblo y plantean salidas revolucionarias”. Aquí caben, entre otros, los trabajos de Alfonso Quijano, Fabio Rodríguez y María Teresa Nieto.