En Colombia, el surrealismo no hizo escuela y salvo en casos aislados contó con poca resonancia en el ámbito del arte. Las críticas que se hicieron al Salón de los Jóvenes (Bogotá, 1947) elogiaron en términos generales la vitalidad de los artistas emergentes, a la par que coincidieron en aludir a las influencias del surrealismo —las cuales se verían mermadas en el futuro— en parte como consecuencia, quizás, de los cuestionamientos sistemáticos recibidos en el salón.
El historiador ucraniano radicado en Colombia, Juan Friede (1901–90) es uno de los pioneros de la llamada “Nueva historia” en Colombia, quien, además, fue antropólogo y crítico de arte. Con respecto al Salón, Friede destaca como lo más interesante del evento la fuerza y la autenticidad de algunos artistas y obras. Insiste en la necesidad de sustraerse a los modelos preconcebidos, tanto nacionales como extranjeros. En este sentido, el escritor, profesor, abogado y ex-ministro del partido liberal, Daniel Arango Jaramillo (1920–2008), matiza la apreciación cuando en el texto “Artistas jóvenes”, aparecido en El Tiempo sobre el salón, afirma: “imitar a Picasso o a Dalí lo estimaba preferible a quedar estancado en las maneras envejecidas”. La resistencia al surrealismo parecía estar siendo impulsada, de una parte, por la dudosa calidad de las obras que se asociaron con esa tendencia. Estas llevaron a hablar al poeta y crítico colombiano Jorge Gaitán Durán (1924–62), uno de los organizadores del evento, de un “pastiche subrrealista” [sic] “exprimido de reproducciones de Dalí”, según se constata en su artículo “Panorama de la pintura joven. La pintura nueva de Colombia”, publicado en El Tiempo. Por otro lado, se cuestionó la adopción de los lineamientos de una vanguardia artística sin tenerse una postura crítica al respecto, como lo hizo el crítico austriaco, radicado en Colombia, Walter Engel (1908–2005). Algunos años después, en 1950, en su artículo “Un certamen agónico. El VIII Salón de Artistas”, en el diario El Tiempo, Engel señaló que el evento tuvo “un número abundante de trabajos que sólo eran pobres imitaciones de moldes surrealistas”.
En este texto Friede logra percibir los aportes de un grupo de artistas colombianos que aún no habían cumplido treinta años, los cuales experimentaban con distintos lenguajes, en forma previa a la consolidación de los estilos que los singularizarían en la década siguiente. En su búsqueda de cariz artístico, Picasso, Orozco, Rufino Tamayo y en menor medida Dalí y los surrealistas, fueron influencias significativas.