Beatriz González, artista y crítica de arte colombiana, (nac. 1938), aprovecha el incidente de la polémica alrededor del XXX Salón que se generó por ocupar con parte de la exhibición las salas de historia y antropología del Museo Nacional, para ratificar la necesidad de construir espacios para las exposiciones temporales de arte. Aludió a la expresión de Marta Traba que ubicaba al salón “como un instrumento con el que se mide la temperatura del arte”, para así consolidar su posición crítica frente a la realización del evento. Para González, el XXX Salón de Artistas Colombianos brindó un “amplio y vital panorama del arte colombiano” del momento; asimismo, expresa que “los premios, y por tanto los jurados, fueron la única nota discordante” de la muestra. El Salón de Artistas Colombianos (otras veces denominado Salón Nacional de Artistas), en su trigésima versión, recibió en general buenos comentarios por parte de los críticos y periodistas culturales del momento. Fue un lugar común el reconocimiento a la labor realizada por Colcultura tanto en la organización como en la convocatoria. La eliminación de los salones regionales, la apertura de una exposición honoraria, la seriedad del numeroso público que visitó la muestra, la variedad de formas de expresión que se pudieron observar, son algunos de los aspectos que enuncia González para argumentar que es el evento artístico más importante del año. La década de los ochenta representa para el arte colombiano un período de experimentación; el interés de algunos artistas por la pintura se encuenta estrechamente ligado al fenómeno de la llamada Transvanguardia. Asimismo, la presencia de obras producidas con materiales no convencionales representa un proceso de transición que no permite hacer una lectura única de la producción artística de la década. Sin embargo, se convierte en un indicio de lo que surge al final de los ochenta con figuras artísticas como Doris Salcedo (nac. 1958) o José Alejandro Restrepo (nac. 1959), artistas colombianos que, a su modo, definen los noventa. El salón del año 1986 es una muestra representativa de esa etapa de transición donde —según lo cita González— se pudo observar desde el impresionismo renovado de María Cristina Cortés (nac. 1949) hasta la fragmentada totalidad de los trabajos de Nadín Ospina (nac. 1960).