El artículo reúne tanto en la opinión de Enrique Santos Calderón (nac. 1945) como en la entrevista realizada a Feliza Bursztyn (1933–82) varias ideas referentes a la aceptación de la obra de la escultora en Colombia. Santos convoca a sus lectores para que indaguen, en profundidad, las nuevas tendencias del arte, que, en la época (1964), comenzaban a despertar y a hacerse cada vez más visibles, en parte debido a la explosión de la pintura abstracta y sus respuestas desde Estados Unidos. Es preciso resaltar tal llamado, en un país que tiende a ser conservador, para que el público del arte construya una opinión informada y amplia con relación a las “tinieblas que suelen girar en torno a las nuevas formas de expresión artística”. En la introducción se menciona el cambio en cuanto a las posibilidades y materiales que suceden en la escultura; ya no se utilizan, como en el pasado, únicamente el mármol o el bronce sino todo material que se encuentre a mano. De ahí que, en la entrevista, Bursztyn responda a la pregunta sobre qué pretende con la escultura en chatarra, la cual anhela darle valor estético a lo que antes no lo tenía. La escultora utiliza, como ejemplo de la mutación que es el arte, algo semejante a lo que hace Miguel Ángel con el mármol de sus esculturas. A seguir, define el arte como lo que convierte una cosa en otra, “la transformación total de la materia”; definición que habría podido ser dada por un griego o un renacentista a la palabra arte o poíesis. La etimología de este término griego es “el hacer”, la palabra que transmuta y confiere nuevas causas al mundo; poiesis es revelar la belleza de un objeto a través de su transformación. Ella hacía esculturas de chatarra y convertía el desperdicio (por adición) en una figura que se percibe diferente. Al hacer sus esculturas, como Bursztyn advierte en la entrevista, tenía un “plan trazado” que incluía concentrar su atención en “el círculo, el ángulo, la figura geométrica”; o sea, en aquellas características formales de los objetos que ensamblaba, sin “proyectar mensajes ni sociales, ni estéticos”, tan sólo para hacer visible la belleza de la forma.