En este ensayo el pintor y crítico venezolano de arte Alejandro Otero cuestiona al cronista de la ciudad de Caracas, Mario Briceño Iragorry, por su artículo “Abstraccionismo y carillones”. El pintor juzga superficial el artículo de Briseño y rechaza, de manera tajante y específica, la acusación de estar los pintores abstractos en contra del país al negarse a abordar en su pintura los temas tanto sociales como costumbristas. Para Otero, es injusto prejuzgar la sensibilidad de estos pintores por haberse decidido a favor de los valores plásticos puros y no por la representación tradicional, debido a que los problemas sociales lo que reclaman es una “acción viva y eficaz (no ilustradores)”.

Este ensayo de Alejandro Otero Rodríguez (1921–1990) maneja un lenguaje atemperado, quizá debido al mismo prestigio y respeto que inspira el historiador Mario Briceño Iragorry, quien, en principio, tiene la honestidad de reconocer su incompetencia en el tema. La polémica desatada por estos dos artículos puede considerarse como la tercera en el tiempo desde que, en 1948, ya habían debatido, entre otros, los artistas Miguel Arroyo y César Rengifo; posteriormente, en 1949, se desató la discusión originada por la exhibición de la serie Las Cafeteras, del mismo Otero, en el Museo de Bellas Artes. En esta nueva polémica, la de 1952, éste trata someramente los orígenes del arte abstracto y se afinca en la libertad conquistada por las vanguardias europeas con respecto a las tradiciones tanto del realismo como del impresionismo. En particular, Otero defiende, en los pintores abstractos, la existencia de un apego a la nacionalidad, aunque en el sentido de ser sensibles a las lacras sociales. No obstante, la solución de las mismas la ubica en un campo ajeno y más allá de la misma pintura. Otros intelectuales y artistas (Héctor Mujica, Joaquín Gabaldón Márquez, Carlos González Bogen y Manuel Quintana Castillo) se sumaron a esta polémica surgida a propósito de la exposición inaugural de la Galería Cuatro Muros donde se respaldaba el arte abstracto. El cronista Mario Briceño Iragorry, publicará una “Segunda nota sobre el abstraccionismo”, más conciliadora que la primera, en la cual le otorga a este arte un carácter decorativo y funcional, pero específicamente en el ámbito del proyecto de la Ciudad Universitaria de Caracas, realizado por el arquitecto Carlos Raúl Villanueva. Ambos textos de los polemistas aparecen en sendos libros: en El hijo de Agar (1958) de Briseño Iragorry y en Memoria critica (1993) de Otero.

This essay by Alejandro Otero Rodríguez (1921–1990) uses moderate language, perhaps due to the prestige and respect inspired by the historian, Mario Briceño Iragorry. Also, Iragorry himself had the honesty to start his own article by acknowledging his lack of competency in this matter. The controversy unleashed by [this article, and the one it responds to] may be considered the third during this period. In 1948, there was one debate that was particularly noteworthy, between the artists, Miguel Arroyo and César Rengifo. Subsequently, in 1949, a discussion was stirred up by the exhibition of the series, Las Cafeteras [Coffee Pots], created by Otero himself, at the Museo de Bellas Artes [Museum of Fine Arts]. In this new debate, taking place in 1952, Otero provides a brief review of the origins of Abstract art and points to the freedom won by the European avant-gardes with respect to the two traditions of realism and Impressionist art. Among Abstract painters, Otero especially defends their attachment to their countries, in the sense of their being sensitive to social blight. However, he believes the solution to these problems lies in a different field, beyond painting. Other intellectuals and artists (Héctor Mujica, Joaquín Gabaldón Márquez, Carlos González Bogen and Manuel Quintana Castillo) joined the controversy that had arisen regarding the inaugural exhibition at the Galería Cuatro Muros [Four Walls Gallery], which supported Abstract art. The chronicler, Mario Briceño Iragorry, would publish a “Segunda nota sobre el abstraccionismo” [Second Short Article on Abstract Art], more conciliatory than the first, in which he would grant Abstract art a decorative and functional nature, though specifically in the context of the project, Ciudad Universitaria [University City] of Caracas, executed by the architect, Carlos Raúl Villanueva. The texts representing both sides of the debate appear in several books: in El hijo de Agar [The Son of Agar] (1958) by Briseño Iragorry and in Memoria critica [Critical Memory] (1993) by Otero.