La caricatura ironiza sobre la argumentación esgrimida por opositores a ese premio —la mayor parte agrupados en la ASPAP (Asociación Peruana de Artistas Plásticos)— quienes resaltaban la aparente contradicción de que se distinguiera como emblemático de la identidad nacional un género de imaginería cuyos orígenes se remontan a la tradición religiosa colonial. Sin embargo, la expresión escogida pone en evidencia el malentendido general que atravesó esta polémica: al criticar la poca comprensión de ciertos “artistas eruditos” hacia el “arte popular”, se demuestra también el exiguo conocimiento del arte moderno entre algunos de los defensores del premio, pues la imagen escogida como representativa de la plástica occidental contemporánea hace una alusión obvia a los cuadros cubistas y post-cubistas realizados durante las primeras tres décadas del siglo XX por Pablo Picasso (1881–1973).
El otorgamiento en 1975 del Premio Nacional de Cultura en el área de arte al retablista andino Joaquín López Antay (1897–1981) provocó una de las polémicas más importantes en la historia del arte peruano. De esa controversia afloraron tensiones y recelos que se mantenían latentes en torno a políticas culturales propiciadas por el gobierno militar del general Juan Velasco Alvarado (1968–75). En la búsqueda de la cultura nacional “auténtica”, este aspiraba a una fuerte revaloración oficial de la imagen del campesino y de sus estilos de vida, en desmedro de formas culturales consideradas más “occidentales”. De hecho, el premio a López Antay se dio a costa de las candidaturas de reconocidos artistas plásticos como Carlos Quízpez Asín (1900–83), de Teodoro Núñez Ureta (1912–88) y del músico académico de origen alemán Rodolfo Holzmann (1910–92).
[Como lectura complementaria sobre esta polémica, véase en el archivo digital ICAA el texto (sin autor) “Premio de arte fue para retablista López Antay” (doc. no. 855133)].