En el marco de la exposición 3000 años de arte colombiano, presentada en junio de 1960 en las ciudades de Miami y Washington, la revista Lámpara (Bogotá, 1952–85) imprime un suplemento con escritos de los curadores que intervinieron en la investigación implicada en la muestra. La organizadora de la sección de arte contemporáneo de la exhibición, Marta Traba, escribe una breve historia del arte moderno colombiano. Comienza en la década de los veinte con cuatro artistas —Luis Alberto Acuña (1904–84), Alipio Jaramillo (1913–99), Ignacio Gómez Jaramillo (1910–70) y Marco Ospina (1912–83)— a quienes nombra los introductores. Traba los señala como los artistas que, a través de la influencia de la pintura mexicana, rompen con los cánones pictóricos provenientes de la Academia de San Fernando (España) e introducen, al medio colombiano, nuevos conceptos ligados a los lenguajes modernos. En su opinión, los introductores abonan durante diez años el terreno para que, en 1940, surja una nueva generación de artistas que se separa de la precedente en busca de postulados estéticos a través de lo estrictamente pictórico. Subraya, dentro de esta generación, la importancia de Alejandro Obregón (1920–92), Guillermo Wiedemann (1905–69), Eduardo Ramírez Villamizar (1923–2004) y Fernando Botero (nac. 1932).