Hacia 1929, los editores de la revista Índice de Puerto Rico se preguntaron qué y cómo eran los puertorriqueños en aquel momento. Para encaminar debidamente la discusión, los editores formularon tres preguntas específicas: 1) ¿Cree usted que nuestra personalidad como pueblo está completamente definida? 2) ¿Existe una manera de ser inconfundible y genuinamente puertorriqueña? 3) ¿Cuáles son los signos definitivos de nuestro carácter colectivo? A la primera pregunta, el poeta puertorriqueño Antonio Coll Vidal contesta afirmativamente, aunque tenga muchas dudas, pues reconoce que existen ya los fundamentos palpables para que pueda haber una inminente y peligrosísima despersonalización de Puerto Rico. Coll Vidal menciona que el fundamento más notable es el del estado colonial de la isla. A la segunda pregunta, contesta que hay una manera puertorriqueña de ser, genuina e inconfundible. Cada grupo de individuos, reunidos para una acción común, crean —si bien casi inconscientemente—, su innegable modo de ser muy propio. Tenemos un modo de entendernos, un idioma, incluso un modo de actuar. A la tercera, contesta que somos una mezcla de razas, costumbres, maneras y dogmas. Hemos sabido digerir todas; especialmente los dogmas, los cuales hemos adoptado y adaptado. Somos indios, blancos, negros, mestizos, aunque contemos con una armonía sicológica.