La carta que, en 1948, escribe desde París Alejandro Otero (1921–90) a su amigo el fotógrafo, historiador y crítico de arte Alfredo Boulton (1908–95), más allá de su condición de tratarse de una correspondencia personal —por los datos sobre la cotidianidad del artista, de sus afanes como coleccionista y de la preparación de exposiciones tanto en París como en Caracas—, adquiere relevancia por la actitud displicente que el artista muestra ante los temas que preocupan a sus compatriotas (aglutinados en la capital francesa) sobre el destino e independencia de América Latina. En lo vivencial, todo esto es un antecedente a considerar sobre la posición teórica y el lenguaje plástico que caracterizarán a Otero, en cuanto artista, a lo largo de su vida: una concepción universalista del arte. Implica la misma postura que, años más tarde (en su artículo “El arte latinoamericano: un falso apocalipsis”, 1965), denunciará con énfasis Marta Traba, la crítica argentina de arte y radicada en Colombia. En él, acusa a la generación surgida en la década de los cincuenta de los geométricos-abstractos y cinéticos venezolanos de ser víctimas de un cierto mimetismo del arte europeo, a espaldas de los problemas latinoamericanos. Trátase del grupo encabezado por el propio Otero y que incluye a artistas de la talla de Jesús Rafael Soto y Carlos Cruz-Díez, el cual cobra notoriedad en los años sesenta.
Esta carta pertenece a la selección realizada por Ariel Jiménez para la Fundación Museo de Alejandro Otero, He vivido por los ojos: correspondencia Alejandro Otero-Alfredo Boulton, 1946-1974 (Caracas: Fundación Alberto Vollmer/Museo Alejandro Otero, 2001), bajo el auspicio de la Alberto Vollmer Foundation.