El historiador y sociólogo venezolano Laureano Vallenilla Lanz (1870–1936) —a pesar de haber sido el ideólogo del régimen dictatorial de Juan Vicente Gómez (1908–35)— es reconocido como historiador riguroso; en efecto, es el iniciador de una revisión puntual de los conflictos sociales y raciales en que la guerra de independencia se vio involucrada. Si bien la primera parte del ensayo Cesarismo democrático desmitifica la visión romántica y epopeyita de nuestra emancipación, al demostrar Vallenilla Lanz (con extremo rigor positivista) que se trató de una guerra civil, de castas y de manipulaciones ideológicas, en la segunda parte el historiador salva el aspecto más reaccionario de Bolívar, explicando al caudillo y justificándolo como un nuevo César, sólo que surgido de las masas incultas (como José Antonio Páez). Por eso lo llamó “democrático”. Partiendo de una sociología determinista, rechaza el concepto liberal de alternabilidad. La incidencia de este texto de Vallenilla Lanz en la cultura venezolana de la época fue enorme al poner la doctrina bolivariana al servicio de un régimen despótico.
No resulta extraño que, en aras de la exaltación del héroe por antonomasia de la independencia venezolana, el pintor Tito Salas —seguidor de la tradición decimonónica de Martín Tovar y Tovar como pintor de historia—, haya sido el único beneficiado por el mecenazgo del dictador Gómez, al serle encomendada la decoración tanto de la Casa Natal como del Panteón Nacional con escenas de la vida de Bolívar, cuando los más jóvenes artistas se esmeraban, más bien, en retratar el paisaje caraqueño según la poética del postimpresionismo y vivir del comercio artístico. Vale decir todo lo contrario de lo que ocurría en países andinos, o en el mismo México, donde los temas indígenas y sociopolíticos del realismo social tenían el aval de los gobiernos y del público.
El capítulo seleccionado de su libro tuvo su origen en un artículo de prensa que publica en 1917, a raíz de una conferencia del historiador José Gil Fortoul. La segunda edición, de 1929 —aquí seleccionada— interesa más por cuanto trae notas acerca de la situación de Perú y de México a principios del siglo XX. El libro fue prologado y traducido al francés por Marius André en París en 1920, a partir de la primera edición. El autor fue sumamente cuestionado desde varios países latinoamericanos y polemizó en especial con el intelectual colombiano Eduardo Santos; toda la polémica está recogida en la edición de Cesarismo democrático y otros textos (Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1991).