El ensayo de Ricardo Pau-Llosa sobre la obra del artista cubano Humberto Calzada está dividido en tres secciones. En la primera, denominada “El Simbolismo del Orden”, Pau-Llosa aborda el giro de Calzada al dejar de pintar elementos de la arquitectura colonial cubana y pasar a modos más complejos de representar espacios arquitectónicos. Pau-Llosa comenta la obra de Calzada en el contexto del desarrollo del arte cubano y latinoamericano desde mediados de la década de veinte, mencionando las influencias artísticas de Calzada, entre ellas la de artistas tales como Amelia Peláez, Mario Carreño y Emilio Sánchez. El autor pasa a aludir elementos recurrentes en los trabajos de Calzada, así como la apertura a la simultaneidad, la pintura como forma de teatro y la representación del infinito. Pau-Llosa vincula dichos elementos al hecho de que Calzada sea un individuo latinoamericano y un artista en el exilio. En la segunda sección, llamada “Morada”, Pau-Llosa se centra en la presencia de escaleras y otras partes de edificios en la obra de Calzada, y afirma que el artista comenzó a incluirlas en 1982 cuando dejó de producir piezas nostálgicas y anecdóticas. En este apartado también incluye una evaluación de la serie “Un Mundo Interior” (1984–89). En la última sección, “El Jardín Quebrado”, Pau-Llosa examina las series El Jardín, Naturaleza Muerta y Pinturas de agua, junto con el nuevo sentido existencial presente en su obra, el cual el autor vincula con su condición de exiliado.